sábado, 5 de diciembre de 2009

Capítulo 11: Me protegen.

Durante el viaje hacia mi hogar, Edward no me miró ni habló conmigo. Estuvo atento a su esposa desde que esta se despertó. A Bella le surgieron molestias y Edward tenía que acompañarla al baño. Mientras tanto mi cabeza daba vueltas y vueltas a lo sucedido en el baño. ¿Por qué? – Me preguntaba. ¿Edward no tenía suficiente con su mujer? Pero, por qué me dijo que le gustaba… y de una manera especial, no lo olvides… ¡Pues claro que no olvido! Pero… pero… Tantos años sin pasarme nada relacionado con el amor… y ahora esto de golpe, dos hombres, bueno dos vampiros, queriendo estar conmigo… Pero tenía que poner un límite a Edward. No podía, estaba siendo infiel a mi prima… Y yo quería a mi prima.
En cuanto volvieron Edward y Bella a su asiento, Edward se cambió de asiento para no sentarse a mi lado. De repente, nos mandaron a abrocharnos los cinturones de seguridad cuando aún quedaban 45 minutos por llegar a tierra.
- Disculpe… - le dijo Edward a una azafata que pasaba.- ¿Por qué nos ponemos ya los cinturones?
- No es por alarmar, ni nada por el estilo. Pero cerca del estado de Louisana hay lluvias torrenciales y los pilotos han avistado turbulencias. Intentarán evitar esas turbulencias, pero es recomendable usar los métodos de seguridad. Por favor, no alarmen al resto de pasajeros. ¿De acuerdo? – Asentimos los tres a la vez.- Gracias.
Edward me echó una mirada mientras Bella hablaba con él. De repente, vi imágenes donde yo salía en medio del pasillo del avión, extendiendo mis brazos y cerrando los ojos. Una imagen de unas nubes negras apareció, apartándose unas de otras. Entonces, lo comprendí. Edward quería que con mis poderes, desaparecieran las turbulencias.


- ¿En serio? Yo… no puedo… hacer eso – dije nerviosa.
- ¿El qué vas hacer prima? – Preguntó Bella.
- Le estoy proponiendo que – Edward se acercó a Bella para decírselo al oído. - ¿Por qué no crees que puedas? ¿No me dijiste que ya los estabas controlando? – Dijo dirigiéndose a mí.
- Sí pero… Ese, en concreto, me cuesta mucho. Rompo objetos, hago daño a las personas… No podría Edward – dije sinceramente.
- Inténtalo prima, hazlo por tu sobrino… - me puso ojos de corderito Bella.
Me era imposible hasta pensar en cómo hacerlo. Pero aun así, por instinto propio de proteger, y tal vez salvar, a aquellas personas, me levanté y me puse en medio del pasillo. Me fue fácil que no viniera alguna azafata o personal del avión para que me obligara a sentar, porque aún había pasajeros paseando por el avión. Extendí mis brazos y miré por la ventana al lado de Edward. Éste me miró y me asintió con aprobación. Entonces, volví a mirar a esos nubarrones y concentré toda mi fuerza en las sienes, cerrando los ojos a la vez. Sentí temblor en mis manos y como el avión se tambaleaba hacia arriba y abajo, como si cogiera baches. No vi lo que sucedía a mi alrededor, pues estaba concentrada en el funcionamiento de mis poderes, solo escuché llorar a algún niño y varios grititos ahogados. Estuvo así unos cinco segundos. Hasta que paró y un piloto habló por el interfono para comunicar a los pasajeros que todo iría bien y que, en breve, aterrizaríamos.


- ¿Se encuentra bien, señorita? – me dijo una azafata. - ¿Está mareada? La veo pálida.
- No, no tranquila. Soy así, cosas de familia. Venía de los servicios, gracias- intenté disimular.
- Ah, disculpe entonces – dijo marchándose.
Enseguida el avión llegó al estado de Lousiana y aterrizó en el aeropuerto más cercano a mi casa.
- Sanos y salvos gracias a Shasha – dijo Bella entusiasmada.
- No exageres prima.
- Voy a pedir un taxi – dijo Edward interrumpiendo la alegría de las dos.- Coged las maletas, ahora vuelvo, ¿de acuerdo?
Mientras asentíamos las dos hacia Edward, éste ya se había marchado. Nos dirigimos a la zona de recogida de maletas y, cuando tuvimos todas nuestras pertenencias, salimos la sala de llegadas. No me lo podía imaginar, cuando vi a mi madre…


- ¡Shasha! – Me gritó desde lejos y acercándose.
- ¡Oh, oh! ¿Qué hace aquí la tía? ¿No estaba por Phoenix? – Dijo Bella tan preocupada como yo.
- Eso era lo que pensaba yo, Bella.
Me acerqué hacia ella, estaba sola sin mi padre. A lo mejor éste seguía en Arizona.
- ¡Hola hija! – Dijo emocionada y dándome un abrazo.
- Hola… mamá. Mmmm ¿qué haces aquí?
- Una larga historia… Veréis… me llamó un día tu tía Reneé para contarme que hacía días que no localizaba a Bella ni a Edward. Claro estaba preocupada por Bella. Así que llamó a tu cuñada, Bella, la más bajita. Esta le contó que estaban de viajes de novios, pero que habíais cambiado de rumbo porque Shasha se encontraba mal. Así que me llamó corriendo. Yo llamé y llamé a casa y a tu teléfono móvil y nunca me lo cogiste… Llegué a casa, dejando a tu padre en Phoenix sin que supiera nada, y a lo largo de la tarde vino tu amigo “especial”, Bill, a contarme lo sucedido. Y que quieres que te diga… Me alegro mucho – dijo rápidamente y muy tranquila…
¿Qué se alegra mucho? Mmmm creo que no sabe por qué me fui – pensé confundida.
- Hola Señora Douglas – dijo Edward por detrás de ella. Y nos asintió a nosotras… Seguramente habría escuchado sus pensamientos. - ¿Qué tal su viaje a Phoenix? Tendré que ir algún día a conocer a la familia de Bella que me queda.
- Muy bien Edward. La verdad que me alegro un montón de haber aplazado mi viaje por este motivo. Se nota demasiada la amistad antigua que tiene mi hija con Bella – dijo mi madre.
Espero que dure esa amistad…
- Sí, se llevan fenomenal. Mejor que yo con mis hermanos – dijo Edward bromeando.
Edward y Bella se fueron en un taxi y yo cogí mis maletas y me dirigí al coche con mi madre camino a casa. Cuando llegamos, ellos dos aun no habían llegado, así que me dirigí hacia mi cuarto y me di una ducha fría. Ya ni me molestaba la temperatura tan fría, aunque estuviéramos ya cerca del final del verano, sería por la temperatura de mis vampiros más gélida… No quise pensar en eso debajo del grifo. Solo dejé que mi mente se relajara y fluyera a través de aquella habitación. Me repetí a mí misma varias veces:
“ojalá tuviera un perro guardián que me alejara de aquellos vampiros”.
De repente, escuché unos gruñidos en aquella habitación…
- ¿Bill? ¿Edward? – Nadie me contestó, pero aun seguía sonando ese gruñido tan natural. -¿Quién se encuentra ahí?
Seguía sin respuesta, así que asomé mi cabeza por un hueco de la cortina de la ducha.
- ¡Ahhhhh! – Grité.


Había un maldito perro enooooorme echado en la alfombra de mi baño… A mí no me gustan los perros… ¡y menos de ese tamaño!
- ¡Oh Dios! ¿Qué hace este chucho aquí? – Hablé para mí misma.
De repente, escuché un hijo de voz… Pero en el baño solamente estaba yo.
Tranquila Shasha, soy tu perro guardián. Tal como has pedido – dijo una voz que… ¿procedía del maldito chucho?- Pensé desesperada.
- ¡No puede ser! Si los perros no hablan…
Ya… Pero sí que pensamos… Y tú, querida bruja, estás escuchando mis pensamientos…
- Pero… ¿tú no eres un vampiro para escucharte los pensamientos? – Le contesté al chucho.- Espera, espera, estoy hablando con un chucho en medio de mi baño y enrollada en un toalla. Esto no es coherente…
Ya nada de lo que pasa en tu vida es coherente, Shasha. Me puedes leer el pensamiento porque soy fruto de tu creación. Tú me lo has pedido, inconsciente o conscientemente. Otro de los poderes de las brujas celtas como tú, formular deseos y que se cumplan. Por cierto, no soy un perro cualquiera, soy un perro guardián mágico. Nos llamamos Perchon.
- ¿Perchon? ¿Nos llamamos? ¿Hay más como tú? – Dije como si fuera una máquina o un robot. Aún estaba en shock. – Así que… ¿yo te he creado? Y… ¿yo te puedo hacer desaparecer?
Sí, me has creado mediante tus deseos conjurados. Y no… no puedes hacerme desaparecer. Desaparezco yo solo, si veo que te van bien las cosas y estás protegida de esos vampiros.
- Pero… para esos vampiros no hace falta que esté protegida. Ellos no son malos ni atentan contra mi seguridad.
Pero… has pedido un perro guardián que te alejara de los vampiros, ¿no es así?
- Sí, sí. Seguramente habré dicho eso… pero inconscientemente Perchon. Yo amo a un vampiro y otro es un amigo “especial”. Así que me es imposible alejarme…
Pues entonces, ante esta situación, estaré aquí hasta asegurarme de que no te rompe el corazón ninguno de ellos dos.
- Vale. Seguro que serás de gran ayuda – dije ya confiando en mi perro Perchon. – Por cierto… ¿te puedo cambiar de forma? Es que los chuchos tan grandes me da un poco de miedete… No me gustan la verdad los perros grandes.
Ah, claro. Pero debes consultar tu libro de bruja, el de tus antepasados. ¿Ya lo has mirado? ¿Ya has pasado por la transformación?
- No, no le he mirado. Tengo que rebuscar entre las cosas de mi difunta abuela. Y aún no soy una bruja totalmente. Tengo que cumplir los 22 años, y aun me queda algo más de un mes – Perchon asintió. – Bueno, hasta que te cambie de forma y raza – dije riendo,- te tienes que quedar en el balcón de mi habitación, donde mi madre no te vea. Ella no sabe de esto, ni mi padre tampoco.
Según me vestí, fui al ático a rebuscar entre las cajas viejas de la abuela. Había una en especial que ponía “para Shasha”. Supuse que debería tratarse de esa. Y así fue. Dentro había muchos libros gordos y antiguos. Llenos de polvo, y yo odio el polvo. Después de limpiar esos libros, encendí los conectores de la luz del ático y me senté en la alfombra del suelo. Empecé a leer durante horas. Era tan interesante nuestra historia sobre las brujas que perdí la noción del tiempo. Cogí mis nuevos y a la vez antiguos libros y me dirigí a mi habitación. Miré a través de la cortina del balcón a ver si seguía Perchon ahí y estaba tumbado.
Miré los cientos de páginas que tenía cada libro. Hasta que encontré una nota de mi abuela para mí. “Puede que te resulte todo esto muy extraño, espero que te lo tomes bien y me perdones por nunca haberte dicho nada, querida Shasha. Aquí tienes un índice de lo que te puede pasar los primeros años de tu vida como bruja: conjuros, estrategias y toma de poderes. Supongo que esos años no serán muy complicados para ti, hija. Muchos besos, de la abuela Susan”. Seguí el guión del índice después de contemplar con los ojos empañados las letras de mi abuela, hasta que lo encontré. “Cómo cambiar de forma a un animal o persona”. Así que también se pueden cambiar las formas de las personas… Interesante – pensé. Leí el conjuro repetidas veces, y al final de la hoja había un post-it de mi abuela con consejos… Se trataba de Perchon. Gracias abuela Susan – pensé cariñosamente.


Me dirigí hacia el balcón y abrí la puerta.
- Entra ya Perchon. Ya me he informado de todo – dije orgullosa.
El chucho grande entró en mi cuarto y se subió rápidamente sobre mi cama. Me agaché a su altura y pronuncié las palabras que había escrito en un papel anteriormente. Las repetí tres veces. Y un gran estruendo y resplandor surgió en mi habitación.


El gran chucho ahora era un chuchito pequeño. Me reí fuerte. Por fin algo de mi magia que funcionaba, y que me hacía feliz. Perchon ahora se trataba de un gracioso Carlino de pelo negro y morro chato… Siempre me habían gustado estos perros, y por fin tenía uno sin quererlo ni beberlo.
- Perdona Perchon pero tengo que... - dije mientras me acercaba y lo cogía entre mis brazos. Lo abrecé fuerte y lo alcé por los aires.
- Shasha, baja a la cocina que ya está la… - dijo mi madre abriendo la puerta de mi habitación.- ¿Pero qué es esto? Y, ¿este pequeñín? – Se acercó y lo acarició.
- Pensé que reaccionarías de otra manera mamá…
- No… A ti era a la que no te gustaban los perros, yo siempre he querido uno y tú nunca nos has dejado ni a mí ni a tu padre. Recuerdo unas navidades que tu padre trajo a casa un macho cócker. Me hacía una ilusión grande pero tú… - la dejé que siguiera hablando y no la escuché. Quería saltar y comunicarle a mi madre lo feliz que me sentía y el por qué de ello. Pero no podía, era una de las normas básicas e importantes en la vida de una bruja. Tenía que averiguar el por qué.
- Bueno mamá, voy a bajar a cenar. Te puedes quedar con el perrito todo lo que quieras… Se llama Perchon, por cierto. Vino ya con nombre – dije mientras bajaba las escaleras y me dirigía a la cocina.
A las dos horas, había recibido dos llamadas tanto de Bill como de Edward. A ninguna respondí. Menos mal que mi madre estaba de ánimo para decirles que simplemente estaba en la cama con cuarentena. De todas maneras, cerré las ventanas con llave, nunca se sabe si un vampiro entra en tu casa.
Estuve toda la noche leyendo esos libros antiguos sobre brujerías, mientras practicaba con mis poderes, hasta quedarme frita. Me desperté temprano, no era ni de día, por unos lametones en la cara. Eran de Perchon.
- ¿Qué pasa? Es muy temprano, duérmete.
No puedes. Hay un vampiro abajo, en el jardín, tirando piedrecitas a la puerta del balcón. Si no quieres verle, bajo yo y le atacó, para que huya – me dijo Perchón a través de sus pensamientos.
Me levanté y me acerqué al balcón. A estas horas solo se podía tratar de Bill. Me asomé. Pero era Edward.


- ¿Qué quieres?
- Estoy liado Shasha. Tu prima se quiere quedar en tu casa y yo le he dicho que no… No me he podido explicar.
- Mmmm eres un vampiro de más de cien años. Alguna excusa tendrás Edward…
- No, no tengo ninguna. No se me ocurren.
- ¿Por qué?
- Porque nunca me ha pasado esto. Nunca me he enamorado de dos personas a la vez.
- ¿Qué? – Me quedé paralizada. Menos mal que estaba allí Perchon para protegerme. Se acercó y se convirtió en su tamaño anterior. Se puso a dos patas y me metió hacia dentro. Me empujó con el morro hasta mi cama. Cuando reaccioné de mi shock cerré mentalmente la puerta del balcón y las ventanas. Me quedé dormida acariciando a mi querido Perchon. Él estaría ahí por la mañana, esperándome y protegiéndome.