miércoles, 13 de enero de 2010

Capítulo 12

A la mañana siguiente, mi actitud no era tan normal como siempre. Aún seguía con algo de shock e inquietud por lo sucedido en la madrugada con Edward. Era casi imposible que un hombre se enamorara de dos mujeres a la vez, y más, si éstas eran primas y amigas. No lo entendía la verdad.
Tenía una gran mezcla de sentimientos en mi cuerpo. Por Edward sentía una pasión frenética, que me acaloraba todo el cuerpo con tan solo mirarle, pero, desde la pasada noche, algo en mi interior, cerca de mi pecho, me mostraba que no solo era pasión y ganas de tener sexo con él lo que sentía. Y Bill… ¿qué pasaría Bill? Bill era mi amor. Mi corazón, cada vez que lo veía, se desbocaba de mi pecho, y, cada vez que me miraba, había una luz detrás de él que me animaba a seguir adelante con mi vida.
Hacía muchos años que nadie se interesaba por mi, todo eran juegos y manipulaciones conmigo, querían que fuera su marioneta fácil de manejar. Un par de años más tarde, me concentré en mi carrera y en mi futuro, decidida a no tener nada con nadie, en volcarme de lleno a mi familia y a mí misma. Pero en menos de tres meses, después de varios años, todo lo que me había prometido, se iba al garete. Vale, sabía que con Bill podía ir probando, a ver qué tal… Después, al pasar el tiempo, me sentía muy a gusto con él, y veía futuro en nuestra relación, como una pareja, dentro de todo lo que cabe, “normal”. Así que, con él a mi lado, podía no traicionar mi promesa hecha varios años atrás.
Pero después paso lo que pasó con Edward. Desde el día de su boda, me impresionó bastante, pero en cuanto escuché el sí quiero hacia mi prima, supe que no debía, por muy bueno que estuviera. Después yo no hice exactamente nada. Fue él, primero empezó ayudándome con mis líos de la brujería, acercándome su experiencia y sabiduría. Más tarde, se equivocó de los sentimientos que yo le ofrecía. Vale que yo coqueteara con él en Europa, pero eran juegos para sacarle de quicio, nada más. Lo que ocurrió en los aseos del avión, fue la gota que colmó el vaso. Yo no quería hacer nada con él, estaba en medio de un debate con un grano de mi cara, y él me pillo desprevenida tras una fuerte turbulencia…
- Shasha, cariño. ¿Quieres gofres o tostadas? – interrumpió mi madre en mi cabeza.


- ¿Qué dices mamá?
- Esta es la tercera vez que te lo he preguntado Shasha. ¿Qué quieres desayunar hija? ¿Tostadas o gofres?
- Ay, perdón. No te había escuchado… Ponme gofres, rellenos de muuucho chocolate. A ver si engordo y los tíos pasan de mí.
- Ay hija. ¿Qué te habrá pasado por Europa? El jet-lag te dejó trastocada – dijo mi madre riendo.
- Mamá, por cierto, ¿qué fue exactamente lo que te contó Bill? – Dije acordándome.
- Ah, bueno. Él me contó así por encima, como para descubrir la sorpresa…
- ¿Qué sorpresa? Mamá, no entiendo nada. Vete al grano, por favor.
- Vale, hija. Pues Bill me contó que te habías ganado un premio y se te iba a vencer la fecha, así que te fuiste con el premio a Europa, y que no habías contado nada porque era un viaje para tres. Entonces, les hiciste un regalo de bodas a tu prima y su marido. Y, que en Europa, tenías otro premio, pero que ese era para mí… Así que no tengas prisa, cariño, cuando tú puedas y quieras me lo das – me dijo sonriente… ¡Que historieta te gastas Bill! Tendré que llamarlo finalmente para agradecérselo.
Me fui a mi habitación después de desayunar con Perchon y encendí mi portátil… A lo mejor tendría algún email de Bill y así no tendría que llamarlo. Tenía miedo a soltarle de repente mi polvo con Edward por puro remordimiento. Pues sí, tenía un email de Bill en mi bandeja de entrada, bueno dos. Uno era contándome exactamente lo que me había dicho mi madre y también me comentaba que él tenía el regalo de mi madre. Buena idea Bill, maravillosa idea. El segundo correo decía unas tres veces por qué no le cogía el teléfono, que si estaba enferma de verdad y “blablabla”.
Después de estar con el portátil, me metí en la ducha y dejé a Perchon abajo con mi madre. Escuché el timbre de la puerta según me metí en el baño, pero no quise darle importancia. En medio de mi ducha mañanera, escuché movimiento en medio del baño.
- Perchon, ¿qué pasa? Venga, vete abajo con mi madre- le dije a mi nuevo perro guardián. - Perchon, ¿no me escuchas?
No recibía contestación, así que me asomé un poco a través de la cortina de la ducha. Pero si no hay nadie, qué raro – pensé de inmediato. Seguí frotándome más, para enjuagarme y salir de la ducha, cuando escuché otro ruido similar al anterior. Cerré el grifo rápidamente, y miré otra vez.
- ¿Qué coño haces aquí? Cuento hasta tres… sino empiezo a gritar, y alto…. – Le dije a Edward. Pero ¿qué se creía que hacía ahí? Menudo pervertido…- Uno… Dos… y…


- Shhh, Shasha – dijo tapándome la boca y metido en la bañera junto a mí. – Por favor, calla. Quiero hablar contigo, nada más. Déjame explicarme.
Por más que intentará hablar no podía, me tenía inmovilizada… Así que, con mi poder mental, lo empujé contra los azulejos de la pared. Cogí una toalla con mi poca rapidez y me enfrenté a él.
- A ver… ¿qué quieres, maldito pervertido de mierda?
- Tranquilízate Shasha. Solo quería que supieras como me sentía por ti…
- Eso no es nuevo Edward Cullen. No sé si lo recuerdas, pero alguien muy parecido a ti, me despertó en medio de la madrugada, alarmó a mi pobre perrito, y me confesó sus sentimientos. No hay más que hablar. Yo soy una mujer libre y tú estás casado. Tienes que cumplir con tu esposa, y yo haré lo que me plazca. ¿Te queda claro?
- Sí Shasha. Pero… - se colocó fugazmente en frente mía, cara a cara, cuerpo a cuerpo, con sus manos rodeándome la cintura, - no dejo de pensar en ti - dijo pasando su aliento a mi boca, penetrando sus ojos en los míos, escuchando su corazón muerto palpitar.


- Y ¿qué Edward? Yo tampoco. Pero ni en ti ni en Bella, pienso en mi prima, por el amor de Dios – le reproché, soltándome de él, sin quererlo.
- Yo también pienso en ella – dijo cogiéndome de nuevo, pero esta vez con un mano en mi muslo, - pero es posible que esto siga sin que se entere.
- ¿Estás loco? Es mi amiga, yo no traiciono a mis amigas. Además, ¿qué nombre tiene esto Edward?
- Nombre… ¡qué más da darle un nombre nena! – Dijo mientras subía su mano por mi muslo al interior de mis piernas.
- ¡No Edward! No sigas. Aparta tu mano de mí – le dije, consciente de lo que podría suceder a continuación.
- ¿Qué pasa si no la quito? – siguió subiéndola hasta alcanzar mi clítoris y pellizcarlo. Gemí lentamente. Pero no me podía dejar llevar. Era un pensamiento un poco tardío cuando me di cuenta de que mi toalla se hallaba en la alfombra del baño. Qué alguien me dé fuerzas…- Shasha, no te puedes resistir a mis encantos, lo sabes…
¿Con que esas tenemos?- pensé, recordando de repente un conjuro que había leído la anterior madrugada.

Valentía del cielo,
poder infernal.
Dadme fuerzas
para poder parar.



Según pronuncié esas palabras en alto, hubo un resplandor de color púrpura entre los dos, y me hallaba en el mismo sitio, pero Edward se encontraba inmóvil en la puerta del baño. Asustado me dijo:
- ¿Qué diablos ha sido eso?
- Cosas de brujas, primito –dije mientras le abría mentalmente la puerta del baño, invitándolo a salir de ahí. – Ya te puedes ir largando.
Según se fue, me vestí y bajé al salón. Le pregunté a mi madre, delante de Edward y de Bella, si Bill había llamado, tan solo para llenar un poco de celos a Edward. Así que cogí mi móvil y llamé a Bill. No me lo cogía… ¡qué raro! Edward entró a la cocina, donde estaba yo con el teléfono.
- A lo mejor no te lo coge porque Bill estará durmiendo en su ataúd, ¿no crees? –me dijo haciéndose el chulo. Se me había olvidado por completo – pensé de inmediato.
- Ay, ¡que boba! Se me había olvidado… Es que siempre que duerme conmigo, duerme en una cama y los dos desnudos – toma esa Cullen. Según le solté eso, salió de la cocina gruñendo y enfurruñado.
Cogí un café para mi prima y se lo serví, y subí hacia mi dormitorio dispuesta a escribir un email a Bill, diciéndole que quería verlo esta noche. A lo mejor, de esa manera podría olvidarme un poco del cabrón de Edward, y dedicarme de lleno a Bill. Lo necesitaba. Mientras miraba la matriculación de la universidad para septiembre, ya que solo quedaba un mes, entró mi prima por la puerta.


- ¡Ey Shasha! ¿Has hablado con Bill? – me preguntó Bella.
- No, no he hablado directamente con él. Solo le he mandado un email, y cuando despierte espero que me responda.
- Ah, de acuerdo. ¿Qué tal si quedamos los cuatro? – Mala idea Bella…
- Mmmm no, no creo que sea buena idea Bella, quería estar con él a solas en verdad. Además, están en plena luna de miel con tu marido y…
- Sh, sh, sh. No molestáis para nada los dos Shasha. Hace años que no venía a Baton Rouge y la verdad que me gustaría recorrer los puntos de la ciudad que más te gustan – insistió Bella.
- Podemos hacerlo… ¿mañana? Esta noche viene mi padre y así podremos ir todos juntos, ¿te parece? – Le propuse intentando sacar alguna coartada.
- Pues… ¡Sí! Me gusta el plan. Así tendrás con Bill una noche íntima, que se te ve en la cara que lo necesitas ¡eh! – Me dijo con voz pilla mientras salía por la puerta.
Al llegar a la seis de la tarde, más o menos, me llamó Bill. Me dijo de vernos, que él me recogería y me invitaría a cenar románticamente, que tenía ganas de mí y quería quitarse la impresión de que yo estaba rara. Has dado en el clavo Bill – pensé.
Me recogió a las nueve y mi madre lo recibió. Ya lo conocía y ella le presentó a mi padre.
- ¿No es un poco mayor para mi hija? – Soltó mi padre, así sin más.


- ¡Ryan! Sé un poco más amable – le replicó mi madre.- Discúlpale Bill, es que lleva muchas horas conduciendo, es que es tan bobo que no cogió el tren – se disculpó hacia Bill.
- Vale, mamá y papá. Presentaciones hechas, Bill y yo nos vamos a dar un paseo – dije cogiéndome del brazo de Bill.
- Espera Shasha, no tan rápido – dijo Bill. Bill fue al coche y regresó muy rápido. Se trajo con si una bolsa de una tienda de marca cara.
Perchon se le acercó y merodeó por la bolsa, oliéndola por si acaso no era nada de confianza.
- ¡Ay perrito! Esto no es para ti. Es para tu dueña – dijo Bill riéndose y con voz tierna.
- ¿Para mí? – Pregunté sorprendida. No me merecía nada de él, la verdad.
- No Shasha, es para la dueña del perro. Es decir, tu madre. A ti, que yo sepa no te gustan los perros – cuando lo dijo todos rieron. Después Bill le dio la bolsa a mi madre, y, sin abrirla, nos despedimos y nos fuimos.
Bill me llevó en su coche hacia su pueblo, Bon Temps. Nunca había estado por allí. Se veía un poco despoblado pero a la vez, un pueblo humilde dentro de Louisiana, cerca de la ciudad de Shreveport. Llegamos a su casa, o más, a su mansión. Era como vieja, pero estaba reformada, y muy oscura. Propia para un vampiro como él.


- Pasa cielo – me dijo dulcemente mientras me abría la puerta de su casa como todo un caballero.
Nada más entrar eché un vistazo al techo, al suelo y a una luz que provenía de una habitación.
- ¿Son velas? – Le pregunté. Y seguí su rastro, hasta encontrarme en su salón lleno de velas y con una mesa de comedor preparada dulcemente, con rosas, servilletas rosas, vajillas de porcelana y oro y copas con cava preparado. - ¡Bill! No sé qué decir…


- Simplemente no digas nada – dijo mientras ponía un dedo sobre mis labios.
Me cogió suavemente la barbilla y posó sus dulces y carnosos labios sobre los míos. Sin quererlo, por la situación y el momento, solté un suspiro tímido, lo que le hizo a Bill sonreír, y apartarse de mi boca.
- Bueno, podemos dejar los besos para más tarde, que la noche es larga Shasha – me dijo sonriendo muy feliz.- Voy a ver cómo va la cena.
- Pero… ¿has dejado la comida haciéndose y las velas encendidas mientras has estado fuera de casa Bill? Se te podía haber quemado esta fantástica casa.
- No, no. Bueno sí, lo he dejado todo tal como lo ves, pero tiene una sencilla explicación.- ¿Una sencilla explicación? Y, sin más, se fue del salón dejándome con la duda. Al instante, regresó, pero esta vez me miraba tímidamente de arriba abajo, sin encontrarse con mis ojos:
- Bueno Shasha, quería presentarte a alguien… - ¿A alguien? Si solo esta la mesa puesta para dos…- ¡Vamos, sal! No seas tímida mujer- ¿Mujer? Uy, uy, uy…


- ¡Hola! – Me saludó una chica alta, de pelo pelirrojo atado lleno de tirabuzones inocentes. Tenía la tez tan pálida como Bill y pecas graciosas en la cara. Sin embargo, era una belleza de chica, bueno, de chica no. Se le veía más jovencita que yo. – Soy Jessica. Vampira también – dijo riéndose. Se acercó y me dio dos besos. Al dármelos se echó corriendo hacia detrás de Bill.- Encantada Shasha.
- Discúlpala, aun es nueva en esto del vampirismo- me dijo Bill.- Bueno Shasha, iba a ser una sorpresa, pero ya te la presento y así se explica el hecho de la comida al horno y las velas encendidas – dijo riéndose, yo también lo hice.
- Y… ¿Jessica vive aquí? ¿Contigo?
- Pues sí, la tuve que convertir en vampira, porque incumplí hace dos años el sistema de leyes reglamentarias de los vampiros del condado de Louisiana. Por mi error, ella está aquí. Me arrepiento muchísimo. He matado por hambre, pero nunca por placer. No me gusta que la gente pase el infierno que yo pasé en mi conversión. Así que, Jessica es como si fuera mi hija, una descontrolable adolescente.
- Ah, tu hija. Pues sí, con la edad que tienes ya va siendo hora – le reí la gracia.
Jessica se despidió y nos pusimos a cenar. La cena estaba riquísima y la mesa tan bien puesta… Me sentía de lujo cenando cara a cara con Bill.
- Menos mal que se fue Jessica… porque sino no podría abusar de ti como es debido preciosa – me dijo Bill sensualmente mientras se levantaba y se acercaba a mí. Pero era una mala idea, tenía la obligación de contarle lo mío con Edward… sí o sí.
- Si, jeje, menos mal – intenté disimular.
- ¿Pasa algo? – Bill me captó enseguida. - ¿Qué te preocupa Shasha?
- Mmmm… vamos demasiado rápido Bill…- balbucée.
Por Dios Shasha, no te vayas por las ramas y cuéntale la verdad. Pero no podía. Él me sonrió y dijo algo como que no sabía mentir, mientras yo seguía metida en mis quebraderos de cabeza. ¿Por qué era todo tan difícil? No podía pensar y organizarme si Bill seguía tocándome la rodilla y el muslo.
- ¡Para Bill! – Solté de repente. Su rostro cambió al completo.


- Nena, ¿me quieres decir qué te pasa? ¿Qué te hecho?
- Nada Bill – dije apenada.- La que te he hecho algo aquí soy yo… Soy una…
- Una princesa. Ven para aquí… - me dijo mientras tomaba con sus manos mi cara. Me abrazó tan fuerte y dulcemente a la vez que me olvidé por completo por qué estábamos abrazados.
Seguimos abrazados durante lo que me parecieron horas, después plantó un beso en mi frente y alcé la vista. Le miré, miré esos ojos azules que tanto me cautivaban… y así lo hicieron, me cautivaron. Acercó sus labios a los míos y me transportó a otra dimensión mientras me besaba. Sentía mariposas en mi estómago como nunca las había sentido. Con los ojos cerrados veía estrellas y los colores del arco iris. Junto a Bill, me sentía en el mismísimo cielo. Qué irreal, en el cielo con un muerto viviente. Sí, irreal pero cierto. Cierto porque sentía cada roce a flor de piel, porque no quería que cada roce se convirtiera en un final.
Sin darme cuenta mientras Bill me besada tan apasionado y románticamente, estaba en el regazo de Bill, mientras éste subía por las escaleras al segundo piso. ¿Me llevaría a su habitación? ¿Tendría cama?
- Te presento mi cama – dijo en cuanto llegamos a una habitación muy rústica, oscura y antigua.
- Pero… ¿y el ataúd Bill?
- En el sótano. Pero ésta sigue siendo mi cama de cuando era humano. Esta era mi casa, ¿sabes? Volví aquí hace tres años, después de vagabundear por medio mundo tras de varias décadas. Ya sabes… la tierra llama, y más si tienes un hogar y muchos recuerdos – dijo sincerándose.
- ¿Vivías aquí con tu mujer?
- Sí, y también con mis hijos. Y heredé la casa hace pocos años, proveniente de un bisnieto o tataranieto – dijo riéndose y mirando hacia el vacío.
- ¡Ey! Mírame, vuelve al presente – dije riendo. – Ahora estamos tú y yo, el pasado es pasado, puedes recordar pero no con esa cara tristona, sino positivo y alegre, por favor. Ahora sólo tú y yo, en esta habitación.
Nada más decirle eso, Bill se abalanzó a mí, y me empujó hacia la cama. Me besó frenéticamente y me quitó el vestido y los botines que llevaba, con la rapidez característica que poseen los vampiros como Bill. Me penetró salvajemente, como nunca lo había hecho, y me mordió los pezones y el cuello, dejándome un hilo de sangre de mi yugular correr por mi cuello y mi hombro izquierdo. Las sacudidas y embestidas no eran normales, iba a morir de orgasmos, uno tras otro. Bill, el encantador y tierno vampiro Bill, era un follador nato. Y me gustaba, pregúntame si me gustaba…
- Aaaayyy, me gustaaaaa – grité fuerte.
- A mí también me gusta nena – dijo en mitad de una sacudida de su pelvis.- Pero, ¿sabes lo mejor de todo preciosa? – Me preguntó mientras se paraba mirándome a los ojos, me levantaba una pierna y me penetraba más aún.
- ¿Qué? – Pregunté sin aliento.
- Que te amo más que a nadie en el mundo Shasha…