domingo, 22 de noviembre de 2009

Capítulo 10: esto no podía suceder.

Eran las cuatro y media de la madrugada cuando me desperté desconcertada. No sabía dónde estaba, así que, con los ojos cerrados intenté escuchar por mi alrededor. Sólo oí la presencia de una débil y profunda respiración, muy cercana a mí y, a lo lejos, había más respiraciones, también profundas, y muchos ronquidos. Y entonces me acordé que íbamos en un avión hacia Lousiana. Ya no tenía sueño, había dormido desde que entré en el avión… hace trece horas aproximadamente.
- ¡Buenas noches! – Dijo Edward susurrando y entusiasmado.
- Hola… - me desperecé. - ¿Cómo sabías que estaba despierta?
- Es que cuando Bella duerme es como si estuviera ausente y te “leo”.
- ¡Ahhh! Vale, ya entiendo – le dije mientras me miraba con su mirada profunda.- ¿Sabes cómo lleva el vuelo Bill? – Dije rápidamente, no soportaba que clavara esos hermosos ojos dorados en los míos.
- Mmmm no. En los aviones no se puede encender los teléfonos móviles… pero sólo te diré que Bill irá muy cómodo en su ataúd de viaje – me dijo riendo, aprovechándose de la situación de que Bill no viajara con nosotros.


Poco a poco recordaba lo que había sucedido antes de salir con destino a Norteamérica. Al día siguiente de la visita de la señora bruja Amelia y de todo lo que había sucedido con mi descontrol de poderes, pasé todo el día haciendo la vaga, reprochada en la cama con Bill, estuvimos ahí hasta que se hizo de noche, a eso de las seis de la tarde, ya que Bill necesitaba descansar sus horas y yo no me quería separar de él. Solo quería estar a su lado porque me sentía muy cómoda y feliz, y tampoco quería moverme de nuestra habitación porque me encontraría con Edward y... ¡a saber qué ocurriría!
Esos días en Austria, salía por las noches con Bill a manejar mis poderes. Me era muy difícil utilizarlos y lo que me resultaba más frustrante era el no saber para qué se utilizaban. Siempre había creído que las brujas, aparte de ser seres fantásticos, eran seres malvados que usaban su magia negra para hacerles daño a los humanos. Pero yo seguía siendo medio humana, y no me gustaba nada la maldad. Siempre he estado defendiendo los derechos de los demás, siempre he estado en contra de todo lo malvado del planeta. Así que yo no podría ser mala por ser bruja… cuando era buena por naturaleza. Bill y la familia de Edward eran vampiros, que en teoría son malvados y se alimentan de sangre humana, e incluso llegan a matar a las personas. Pero ellos, en cambio, decidieron coger el lado más bondadoso, sin hacer daño a nadie. Los Cullen se alimentaban de sangre animal y Bill, aparte de alimentarse de la mía cuando hacíamos el amor, tenía entendido que bebía sangre sintética y, por un contacto, bebía directamente de bolsas provenientes de bancos de sangre de clínicas. Pero seguían manteniendo su alma y su bondad. ¿Por qué yo no podría? Tenía entendido que las brujas celtas, como lo que se suponía que llegaría a ser yo, eran buenas, usaban sus poderes para proteger a los humanos. Pero, a su vez y desde mi punto de vista, eran un poco malas… Mis poderes de bruja celta estaban preparados para destruir a los vampiros, cosa que yo no quería… Desde que conocí a Bill nunca me había sentido más completa, y ahora descubro que mi misión durante toda la eternidad es destruir a los individuos de la especie de Bill. Tenía decidida una cosa: eliminaría a los malos, a los que dañaran a la humanidad y a los que dañaran a mi familia y amigos.
Con mis poderes había descubierto, por ahora, que podía levitar, lo más chulo y lo que peor se me da… ¡yuhuú! También movía objetos con la mente, pero aun lo hacía bruscamente y se me rompían las cosas. Había practicado a leer las mentes, pero creo que ese poder no era para mí, podía ver imágenes sueltas que sólo provenían de vampiros, es decir de Bill y de Edward. Las imágenes de Bill no me revelaban mucho, sólo había imágenes mías y de otra mujer, también rubia que sería su ex pareja. Las imágenes de Edward solo me revelaban escenas eróticas cuando me miraba o se dirigía a mí, lo que me confundía mucho al ser un hombre casado. También veía imágenes de mi prima y su futuro bebé, Edward quería un niño, y de su acogedora familia.
Bill, de vez en cuando, me hacía que sintiera ira para ver el qué me producía las radiaciones eléctricas que tanto le hacían daño. Estas veces las dirigía contra árboles, los cuales destrozaba y me confirmaban que era cuando me sentía atraída por Bill, tanto con amor como con rabia; una especie de conexión hacia él, hacia un vampiro. Hacía ya tiempo que no tenía esos sueños premonitorios de lo que sucedía en el presente o en el futuro, y me gustaba no tenerlos porque muchas veces me costaba despertar y me faltaba la respiración.
- ¿No necesitabas ir al baño? – Me dijo Edward, mientras me sacudía de mis pensamientos.
- ¡Ah sí! Pero no… - te lo he dicho. Joder no me gusta que lea ese tipo pensamiento específicamente.
De camino al baño del avión, escuché murmurar a Edward algo que le decía a Bella. Seguramente, sin querer, yo la había desperezado un poco al entrar en el pasillo del avión. Se le veía tan romántico y atento junto a mi prima. Echo de menos a Bill.
Nada más entrar en el baño me miré en el espejo. Me lavé la cara ya que había dormido muchas horas y me peiné el pelo enmarañado del asiento del avión. Me maquillé un poco para ocultar mis ojeras de cansancio y volví a mirarme en el diminuto espejo. Y, entonces, fue cuando lo vi. Un enorme grano en la punta de mi nariz. Más le vale a ese enorme grano no ser una verruga típica de bruja – pensé horrorizada. Enseguida cogí mi neceser de maquillaje – material imprescindible en mi bolso de mano - y me di más base de maquillaje en la cara de lo habitual. No necesitaba que nadie me mirara solamente en la punta de la nariz. Como odiaba esto, soy de las chicas que nunca tienen impurezas ni espinos en la cara ni la piel, se podría decir que mi piel está fuera al alcance de estas cosas, ya que la tengo casi perfecta. Volví a mirarme en el espejo y había desaparecido un poco gracias a mis productos de belleza, pero yo aún lo presenciaba.


Asomé un poco la cabeza por fuera de la puerta del baño hacia el pasillo. Necesitaba que mi prima me dijera que no había nada, que eran alucinaciones mías… pero ella seguía durmiendo. ¡Oh Dios mío! El único despierto es Edward, ni de coña necesito su ayuda. Así que cerré la puerta del baño y seguí observando mi nariz en el espejo.


Entonces, alguien tocó a la puerta. Me concentré para saber quién estaba detrás de ella y, de repente, vi imágenes en mi cabeza. Era yo asomando mi cabeza por la puerta mirando hacia el pasillo, y luego la cara de mi prima roncando. Se trataba de Edward.
- Edward, vete. El baño está ocupado – dije a través de la puerta.
- ¿Cómo sabías que era yo el que tocaba la puerta?
- Cosas de brujas – dije riendo.
- ¿En serio? ¿Ya lo controlas? – Dijo él sorprendido.
- Shhh – le dije para que se callara. Si alguien nos escuchara me moría allí mismo, pensarían que estaba loca.- Sí, un poco. Lo he ido practicando con Bill – dije en voz baja, estaba segura de que él me oiría.
- Ah, de acuerdo. Ahora, ¿me dejas pasar? Creo que necesitas ayuda con algo…
- ¡Ni loca Edward!
- Venga déjame, entrar. Además la puerta está abierta, puedo abrirla fácilmente – me dijo insistiendo.
- ¡Qué no! – Seguí negándome.
Así que Edward empujó la puerta para acceder al baño, pero yo en cambio, con mi mente, empujé hacia él y la cerré con fechillo, rápidamente. Para asegurarme de que me había encerrado, volví a usar la mente e hice lo mismo. Entonces, suspiré y me apoyé en la pared del baño. Estas fuerzas mentales me hacían cansarme. Sin embargo, Edward, finalmente, entró en el baño.
Pero, ¿cómo es posible? Si cerré la puerta.
- Hay que practicar más prima postiza – dijo riéndose de mí.
- Joder. Ahora que ya estás dentro, te tendré que mostrar mi monstruo andante.
- Tu ¿qué? – Dijo confundido a mi metáfora.- ¡Ah! Tu grano en la punta de la nariz – dijo observándome.
- Vale, ya lo sabes. Déjame de mirarme. Y, ¡lárgate! – le dije furiosa.
- Déjame examinarte Shasha. He estudiado muchas veces la licenciatura de medicina. Algo de esto debo de saber.
- ¿Muchas veces? ¡Qué frustante! – Dije asombrada.
- Sí, la verdad. Al cambiarme de ciudad, tanto yo como mi familia, parecemos siempre jóvenes. Así que al ser nuevos en la ciudad debemos empezar desde cero, es decir, en mi caso, con 17 años – asentí con la cabeza, comprendiéndolo todo, mientras Edward me cogía por la cara y me miraba fijamente en la nariz. Sonrió de forma inesperada.- Tienes una nariz graciosa Shasha.
- ¿Graciosa? – Dije incrédula.
- Sí, graciosa. Mírala, es tan bonita, tan roja como la de un payasito- dijo riéndose y tocándome con su dedo índice la punta de mi nariz.
- Deja de reírte ya de mí, ¿vale? – Le dije mientras le apartaba sus manos de mi cara.
Hubo una turbulencia en el vuelo e hizo que tropezara encima de Edward, aplastándolo contra la puerta.
- Perdón – dije de inmediato.
Él me profundizaba con sus ojos dorados, mientras rodeaba con sus frías manos mi cálida cintura, cuando lo sentí. Sentí un ardor quemándome por mi pecho, sentí ganas de abalanzarme hacia él y de besarle con fuerzas y con ganas. Pero eso estaría mal.
Pero, sin pensarlo, utilicé mi mente y cerré con fechillo, esta vez bien, la puerta del servicio. Él, inesperadamente, me cogió la cara y me la ladeó, posando sus fríos y duros labios en los míos. Sentí su aliento frío, pero acogedor y caliente a su vez, distintos a los de Bill. Su aliento irradiaba pasión, una emoción que me paralizaba sin saber qué hacer. Solo quería que estuviera dentro de mí, pero mi mente no estaba en ese lugar. De repente vi imágenes procedentes de la mente de Edward. Veía fuego, sangre caliente y un trasero al desnudo moviéndose placenteramente y con ansias. Luego mi propio trasero y pechos moviéndose por cada sacudida que me daba Edward. ¡Oh no! Me está echando el polvo de mi vida- pensé al ver las imágenes. Me sacudieron más imágenes, éstas se correspondían con el baño donde estábamos Edward y yo actualmente. Es decir, lo que veía desde la cabeza de Edward significaba que después de ese acercamiento tórrido de labios, pasaría esto. Y estaba en mi mano, acceder o no.
Edward empezó con los besos, metiéndome su lengua hasta lo más profundo. Mi lengua no bailaba con la suya, no, éstas se enrollaban, como si de un nudo se tratara. Metía su lengua y la sacaba de mi boca, simulando que era su pene dentro de mi vagina, o eso me hacía imaginar. Él se rió. Era obvio que estaba escuchando lo que yo pensaba.
- Joder, nena. Como me pones Shasha – dijo mientras agarraba mi culo y lo alzaba.
Siguió con su mano acariciando mi espalda y bajando hacia mi culo. Rozaba su dedo índice en mi trasero, introduciendo sus dedos. Yo, cada vez, estaba más húmeda.
- Edward, esto no puede pasar – dije entrecortadamente.
- Nena, calla y disfruta –dijo él introduciendo unos dedos, esta vez, en mi vagina. – Esto te gusta, ¿eh? – Dijo sensualmente. Yo ya me estaba volviendo loca.
Introducía sus dedos y, a continuación, los metía en su boca, saboreándolos.


- ¡Oh dios! – Gruñó.
Y con su característica rapidez, me puso de espaldas hacia el lavabo. Me besó frenéticamente en el cuello, mientras respiraba abismalmente. Sus manos estaban debajo de mi camiseta, en mis pechos, retorciéndome los pezones. Esto me volvía loca, así que siguió haciéndolo más fuertemente. Me producía dolor, pero a la vez placer, puro placer.
- ¿Te gusta el dolor Shasha? – Dijo pícaramente.
- Depende de qué tipo de dolor – dije, empezándome a asustar.
- Perdón, perdón. No pretendía que sintieras miedo – dijo mientras quitaba sus manos de mis pechos y las bajaba por mi abdomen. Me dio un dulce beso en los labios.
Otra vez abusó de su rapidez para quitarme mis vaqueros. Ni me di cuenta cuando lo hizo, pero ni yo ni él teníamos ropa interior. Así, que sin decir nada, introdujo su fría dureza en mi vagina mientras que con una mano estimulaba mi clítoris.
- ¡Oh señor! – Gemí en voz alta.


- ¡Shhh! –Edward me tapó la boca con la mano que le sobraba.
Mientras me embestía dulce pero a la vez bruscamente, sentía que me corría dentro de él, con bastante placer mientras le mordía su mano. Quería gritar, quería que todo el mundo se enterara del goce que sentía en esos momentos. Y seguía mordiéndole, pero al hacerle esto me daba azotes en mis nalgas. Cuando más azotes me daba, más gruñía y con más prisa me embestía. Hasta que llegó al momento culmen, Edward Cullen, el vampiro Dios del sexo, se corría dentro y fuera de mí, recorría con la punta de su polla mis nalgas, las cuales estaban resbaladizas. Me dio la vuelta, apoyó su polla en mi vientre, mientras esta palpitaba a una velocidad descomunal. Seguía salpicándome con su dulce líquido blanco. Así que me agaché e introduje su pene en mi boca. Era delicioso. Cuanto más chupaba, más se ponía dura. Pero, de repente, me levantó y me puso de pie. Me dio un profundo y salvaje beso. Me colocó sobre el lavabo y se metió de nuevo dentro de mí. Pero, esta vez fue corto.



- ¡Oh Shasha! Eres increíble – me dijo mirándome a los ojos con tal sinceridad que se me rallaron los ojos. No sabía el por qué. Yo no estaba enamorada de él. Sino de… Bill. Oh por dios, Bill. – Shhh, nena. Déjate llevar – seguía diciéndome al oír mis pensamientos.
Dirigió su cabeza hacia la unión de piernas y me saboreó, introduciendo su lengua en mí. De repente, me miró, con mucha lujuria en sus ojos, sus ojos soltaban chispas. Seguidamente, nota un dolor leve y punzante en mi ingle izquierda. Sentí lujuria, placer, dolor y miedo, una mezcla de emociones. Pero también me sentí muy cachonda.
- Shasha, por favor – dijo en medio de una arcada.
- ¿Qué pasa? Sigue – le ordené mientras dirigía su cabeza a mi ingle ensangrentada.
- No puedo… Tu sangre… Es venenosa para mí.
- ¿Cómo? – Me incorporé para mirarlo. Pero Edward ya no estaba delante de mí. Se encontraba arrodillado frente al váter, expulsando por la boca toda mi sangre.
Me limpié la herida hecha con sus dientes, me puse mi tanga y mis vaqueros y mi dirigí hacia él.
- Ey, ¿te encuentras bien? – Le dije preocupada.
- Sí. No. No sé. Me arde el estómago – dijo con voz de enfermo.
- Pero, ¿te recuperarás? – Le dije. Ya me estaba sintiendo yo mal por hacerle eso.
- Mira Shasha. Tú no tienes la culpa, ¿vale? Ninguno de los dos sabíamos que sucedería esto cuando te mordiera… No te preocupes.
- Pero… ¿puedo hacer algo por ti?
- Sí. Arréglate y sal de aquí. Vete con Bella, ¿vale? – Dijo con decisión, a pesar de su cara enfermiza.
- Sí, sí, claro – dije mientras me arreglaba y cogía mi neceser para salir por la puerta.
- Una última cosa – me pidió. Yo asentí.- Coge de tu bolso de mano el libro que te dejó la bruja y mira a ver si encuentras alguna solución para esto, ¿de acuerdo? Te lo agradeceré mucho – asentí de nuevo. Ya me estaba empezando a preocupar por la situación en la que nos encontrábamos. – No te preocupes, en serio Shasha.
- Vale, lo intentaré – le dije mientras abría el fechillo de la puerta de metal.
- Shasha – me llamó por última vez.
- Dime Edward.
- Me gustas de una forma especial, nena.
Cerré la puerta. Esto no podía suceder. Dos vampiros, con los que echar polvos. Uno de ellos casado, y el otro, que no sabía su pasado.

3 comentarios:

  1. Oaaaaauuu!! "dos vampiros con los que echar polvos" Mmmmmmm! xDDDD

    Ay! pobre Edward! a ver si se nos va a poner malito! Y pobre Shasha también, que dilema tiene la pobre! aunque menudo polvo ha echao! ;)

    Besazos guapa !!!!!

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  2. JODER TIA, ahora no uno sino dos...lo tuyo es vicio xD

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  3. ufffffff madre mia ! mmmmmmmm este Edward que cachondo y como me pone. Quiero mássssss
    Graciasssssssssss guapa

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