sábado, 5 de diciembre de 2009

Capítulo 11: Me protegen.

Durante el viaje hacia mi hogar, Edward no me miró ni habló conmigo. Estuvo atento a su esposa desde que esta se despertó. A Bella le surgieron molestias y Edward tenía que acompañarla al baño. Mientras tanto mi cabeza daba vueltas y vueltas a lo sucedido en el baño. ¿Por qué? – Me preguntaba. ¿Edward no tenía suficiente con su mujer? Pero, por qué me dijo que le gustaba… y de una manera especial, no lo olvides… ¡Pues claro que no olvido! Pero… pero… Tantos años sin pasarme nada relacionado con el amor… y ahora esto de golpe, dos hombres, bueno dos vampiros, queriendo estar conmigo… Pero tenía que poner un límite a Edward. No podía, estaba siendo infiel a mi prima… Y yo quería a mi prima.
En cuanto volvieron Edward y Bella a su asiento, Edward se cambió de asiento para no sentarse a mi lado. De repente, nos mandaron a abrocharnos los cinturones de seguridad cuando aún quedaban 45 minutos por llegar a tierra.
- Disculpe… - le dijo Edward a una azafata que pasaba.- ¿Por qué nos ponemos ya los cinturones?
- No es por alarmar, ni nada por el estilo. Pero cerca del estado de Louisana hay lluvias torrenciales y los pilotos han avistado turbulencias. Intentarán evitar esas turbulencias, pero es recomendable usar los métodos de seguridad. Por favor, no alarmen al resto de pasajeros. ¿De acuerdo? – Asentimos los tres a la vez.- Gracias.
Edward me echó una mirada mientras Bella hablaba con él. De repente, vi imágenes donde yo salía en medio del pasillo del avión, extendiendo mis brazos y cerrando los ojos. Una imagen de unas nubes negras apareció, apartándose unas de otras. Entonces, lo comprendí. Edward quería que con mis poderes, desaparecieran las turbulencias.


- ¿En serio? Yo… no puedo… hacer eso – dije nerviosa.
- ¿El qué vas hacer prima? – Preguntó Bella.
- Le estoy proponiendo que – Edward se acercó a Bella para decírselo al oído. - ¿Por qué no crees que puedas? ¿No me dijiste que ya los estabas controlando? – Dijo dirigiéndose a mí.
- Sí pero… Ese, en concreto, me cuesta mucho. Rompo objetos, hago daño a las personas… No podría Edward – dije sinceramente.
- Inténtalo prima, hazlo por tu sobrino… - me puso ojos de corderito Bella.
Me era imposible hasta pensar en cómo hacerlo. Pero aun así, por instinto propio de proteger, y tal vez salvar, a aquellas personas, me levanté y me puse en medio del pasillo. Me fue fácil que no viniera alguna azafata o personal del avión para que me obligara a sentar, porque aún había pasajeros paseando por el avión. Extendí mis brazos y miré por la ventana al lado de Edward. Éste me miró y me asintió con aprobación. Entonces, volví a mirar a esos nubarrones y concentré toda mi fuerza en las sienes, cerrando los ojos a la vez. Sentí temblor en mis manos y como el avión se tambaleaba hacia arriba y abajo, como si cogiera baches. No vi lo que sucedía a mi alrededor, pues estaba concentrada en el funcionamiento de mis poderes, solo escuché llorar a algún niño y varios grititos ahogados. Estuvo así unos cinco segundos. Hasta que paró y un piloto habló por el interfono para comunicar a los pasajeros que todo iría bien y que, en breve, aterrizaríamos.


- ¿Se encuentra bien, señorita? – me dijo una azafata. - ¿Está mareada? La veo pálida.
- No, no tranquila. Soy así, cosas de familia. Venía de los servicios, gracias- intenté disimular.
- Ah, disculpe entonces – dijo marchándose.
Enseguida el avión llegó al estado de Lousiana y aterrizó en el aeropuerto más cercano a mi casa.
- Sanos y salvos gracias a Shasha – dijo Bella entusiasmada.
- No exageres prima.
- Voy a pedir un taxi – dijo Edward interrumpiendo la alegría de las dos.- Coged las maletas, ahora vuelvo, ¿de acuerdo?
Mientras asentíamos las dos hacia Edward, éste ya se había marchado. Nos dirigimos a la zona de recogida de maletas y, cuando tuvimos todas nuestras pertenencias, salimos la sala de llegadas. No me lo podía imaginar, cuando vi a mi madre…


- ¡Shasha! – Me gritó desde lejos y acercándose.
- ¡Oh, oh! ¿Qué hace aquí la tía? ¿No estaba por Phoenix? – Dijo Bella tan preocupada como yo.
- Eso era lo que pensaba yo, Bella.
Me acerqué hacia ella, estaba sola sin mi padre. A lo mejor éste seguía en Arizona.
- ¡Hola hija! – Dijo emocionada y dándome un abrazo.
- Hola… mamá. Mmmm ¿qué haces aquí?
- Una larga historia… Veréis… me llamó un día tu tía Reneé para contarme que hacía días que no localizaba a Bella ni a Edward. Claro estaba preocupada por Bella. Así que llamó a tu cuñada, Bella, la más bajita. Esta le contó que estaban de viajes de novios, pero que habíais cambiado de rumbo porque Shasha se encontraba mal. Así que me llamó corriendo. Yo llamé y llamé a casa y a tu teléfono móvil y nunca me lo cogiste… Llegué a casa, dejando a tu padre en Phoenix sin que supiera nada, y a lo largo de la tarde vino tu amigo “especial”, Bill, a contarme lo sucedido. Y que quieres que te diga… Me alegro mucho – dijo rápidamente y muy tranquila…
¿Qué se alegra mucho? Mmmm creo que no sabe por qué me fui – pensé confundida.
- Hola Señora Douglas – dijo Edward por detrás de ella. Y nos asintió a nosotras… Seguramente habría escuchado sus pensamientos. - ¿Qué tal su viaje a Phoenix? Tendré que ir algún día a conocer a la familia de Bella que me queda.
- Muy bien Edward. La verdad que me alegro un montón de haber aplazado mi viaje por este motivo. Se nota demasiada la amistad antigua que tiene mi hija con Bella – dijo mi madre.
Espero que dure esa amistad…
- Sí, se llevan fenomenal. Mejor que yo con mis hermanos – dijo Edward bromeando.
Edward y Bella se fueron en un taxi y yo cogí mis maletas y me dirigí al coche con mi madre camino a casa. Cuando llegamos, ellos dos aun no habían llegado, así que me dirigí hacia mi cuarto y me di una ducha fría. Ya ni me molestaba la temperatura tan fría, aunque estuviéramos ya cerca del final del verano, sería por la temperatura de mis vampiros más gélida… No quise pensar en eso debajo del grifo. Solo dejé que mi mente se relajara y fluyera a través de aquella habitación. Me repetí a mí misma varias veces:
“ojalá tuviera un perro guardián que me alejara de aquellos vampiros”.
De repente, escuché unos gruñidos en aquella habitación…
- ¿Bill? ¿Edward? – Nadie me contestó, pero aun seguía sonando ese gruñido tan natural. -¿Quién se encuentra ahí?
Seguía sin respuesta, así que asomé mi cabeza por un hueco de la cortina de la ducha.
- ¡Ahhhhh! – Grité.


Había un maldito perro enooooorme echado en la alfombra de mi baño… A mí no me gustan los perros… ¡y menos de ese tamaño!
- ¡Oh Dios! ¿Qué hace este chucho aquí? – Hablé para mí misma.
De repente, escuché un hijo de voz… Pero en el baño solamente estaba yo.
Tranquila Shasha, soy tu perro guardián. Tal como has pedido – dijo una voz que… ¿procedía del maldito chucho?- Pensé desesperada.
- ¡No puede ser! Si los perros no hablan…
Ya… Pero sí que pensamos… Y tú, querida bruja, estás escuchando mis pensamientos…
- Pero… ¿tú no eres un vampiro para escucharte los pensamientos? – Le contesté al chucho.- Espera, espera, estoy hablando con un chucho en medio de mi baño y enrollada en un toalla. Esto no es coherente…
Ya nada de lo que pasa en tu vida es coherente, Shasha. Me puedes leer el pensamiento porque soy fruto de tu creación. Tú me lo has pedido, inconsciente o conscientemente. Otro de los poderes de las brujas celtas como tú, formular deseos y que se cumplan. Por cierto, no soy un perro cualquiera, soy un perro guardián mágico. Nos llamamos Perchon.
- ¿Perchon? ¿Nos llamamos? ¿Hay más como tú? – Dije como si fuera una máquina o un robot. Aún estaba en shock. – Así que… ¿yo te he creado? Y… ¿yo te puedo hacer desaparecer?
Sí, me has creado mediante tus deseos conjurados. Y no… no puedes hacerme desaparecer. Desaparezco yo solo, si veo que te van bien las cosas y estás protegida de esos vampiros.
- Pero… para esos vampiros no hace falta que esté protegida. Ellos no son malos ni atentan contra mi seguridad.
Pero… has pedido un perro guardián que te alejara de los vampiros, ¿no es así?
- Sí, sí. Seguramente habré dicho eso… pero inconscientemente Perchon. Yo amo a un vampiro y otro es un amigo “especial”. Así que me es imposible alejarme…
Pues entonces, ante esta situación, estaré aquí hasta asegurarme de que no te rompe el corazón ninguno de ellos dos.
- Vale. Seguro que serás de gran ayuda – dije ya confiando en mi perro Perchon. – Por cierto… ¿te puedo cambiar de forma? Es que los chuchos tan grandes me da un poco de miedete… No me gustan la verdad los perros grandes.
Ah, claro. Pero debes consultar tu libro de bruja, el de tus antepasados. ¿Ya lo has mirado? ¿Ya has pasado por la transformación?
- No, no le he mirado. Tengo que rebuscar entre las cosas de mi difunta abuela. Y aún no soy una bruja totalmente. Tengo que cumplir los 22 años, y aun me queda algo más de un mes – Perchon asintió. – Bueno, hasta que te cambie de forma y raza – dije riendo,- te tienes que quedar en el balcón de mi habitación, donde mi madre no te vea. Ella no sabe de esto, ni mi padre tampoco.
Según me vestí, fui al ático a rebuscar entre las cajas viejas de la abuela. Había una en especial que ponía “para Shasha”. Supuse que debería tratarse de esa. Y así fue. Dentro había muchos libros gordos y antiguos. Llenos de polvo, y yo odio el polvo. Después de limpiar esos libros, encendí los conectores de la luz del ático y me senté en la alfombra del suelo. Empecé a leer durante horas. Era tan interesante nuestra historia sobre las brujas que perdí la noción del tiempo. Cogí mis nuevos y a la vez antiguos libros y me dirigí a mi habitación. Miré a través de la cortina del balcón a ver si seguía Perchon ahí y estaba tumbado.
Miré los cientos de páginas que tenía cada libro. Hasta que encontré una nota de mi abuela para mí. “Puede que te resulte todo esto muy extraño, espero que te lo tomes bien y me perdones por nunca haberte dicho nada, querida Shasha. Aquí tienes un índice de lo que te puede pasar los primeros años de tu vida como bruja: conjuros, estrategias y toma de poderes. Supongo que esos años no serán muy complicados para ti, hija. Muchos besos, de la abuela Susan”. Seguí el guión del índice después de contemplar con los ojos empañados las letras de mi abuela, hasta que lo encontré. “Cómo cambiar de forma a un animal o persona”. Así que también se pueden cambiar las formas de las personas… Interesante – pensé. Leí el conjuro repetidas veces, y al final de la hoja había un post-it de mi abuela con consejos… Se trataba de Perchon. Gracias abuela Susan – pensé cariñosamente.


Me dirigí hacia el balcón y abrí la puerta.
- Entra ya Perchon. Ya me he informado de todo – dije orgullosa.
El chucho grande entró en mi cuarto y se subió rápidamente sobre mi cama. Me agaché a su altura y pronuncié las palabras que había escrito en un papel anteriormente. Las repetí tres veces. Y un gran estruendo y resplandor surgió en mi habitación.


El gran chucho ahora era un chuchito pequeño. Me reí fuerte. Por fin algo de mi magia que funcionaba, y que me hacía feliz. Perchon ahora se trataba de un gracioso Carlino de pelo negro y morro chato… Siempre me habían gustado estos perros, y por fin tenía uno sin quererlo ni beberlo.
- Perdona Perchon pero tengo que... - dije mientras me acercaba y lo cogía entre mis brazos. Lo abrecé fuerte y lo alcé por los aires.
- Shasha, baja a la cocina que ya está la… - dijo mi madre abriendo la puerta de mi habitación.- ¿Pero qué es esto? Y, ¿este pequeñín? – Se acercó y lo acarició.
- Pensé que reaccionarías de otra manera mamá…
- No… A ti era a la que no te gustaban los perros, yo siempre he querido uno y tú nunca nos has dejado ni a mí ni a tu padre. Recuerdo unas navidades que tu padre trajo a casa un macho cócker. Me hacía una ilusión grande pero tú… - la dejé que siguiera hablando y no la escuché. Quería saltar y comunicarle a mi madre lo feliz que me sentía y el por qué de ello. Pero no podía, era una de las normas básicas e importantes en la vida de una bruja. Tenía que averiguar el por qué.
- Bueno mamá, voy a bajar a cenar. Te puedes quedar con el perrito todo lo que quieras… Se llama Perchon, por cierto. Vino ya con nombre – dije mientras bajaba las escaleras y me dirigía a la cocina.
A las dos horas, había recibido dos llamadas tanto de Bill como de Edward. A ninguna respondí. Menos mal que mi madre estaba de ánimo para decirles que simplemente estaba en la cama con cuarentena. De todas maneras, cerré las ventanas con llave, nunca se sabe si un vampiro entra en tu casa.
Estuve toda la noche leyendo esos libros antiguos sobre brujerías, mientras practicaba con mis poderes, hasta quedarme frita. Me desperté temprano, no era ni de día, por unos lametones en la cara. Eran de Perchon.
- ¿Qué pasa? Es muy temprano, duérmete.
No puedes. Hay un vampiro abajo, en el jardín, tirando piedrecitas a la puerta del balcón. Si no quieres verle, bajo yo y le atacó, para que huya – me dijo Perchón a través de sus pensamientos.
Me levanté y me acerqué al balcón. A estas horas solo se podía tratar de Bill. Me asomé. Pero era Edward.


- ¿Qué quieres?
- Estoy liado Shasha. Tu prima se quiere quedar en tu casa y yo le he dicho que no… No me he podido explicar.
- Mmmm eres un vampiro de más de cien años. Alguna excusa tendrás Edward…
- No, no tengo ninguna. No se me ocurren.
- ¿Por qué?
- Porque nunca me ha pasado esto. Nunca me he enamorado de dos personas a la vez.
- ¿Qué? – Me quedé paralizada. Menos mal que estaba allí Perchon para protegerme. Se acercó y se convirtió en su tamaño anterior. Se puso a dos patas y me metió hacia dentro. Me empujó con el morro hasta mi cama. Cuando reaccioné de mi shock cerré mentalmente la puerta del balcón y las ventanas. Me quedé dormida acariciando a mi querido Perchon. Él estaría ahí por la mañana, esperándome y protegiéndome.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Capítulo 10: esto no podía suceder.

Eran las cuatro y media de la madrugada cuando me desperté desconcertada. No sabía dónde estaba, así que, con los ojos cerrados intenté escuchar por mi alrededor. Sólo oí la presencia de una débil y profunda respiración, muy cercana a mí y, a lo lejos, había más respiraciones, también profundas, y muchos ronquidos. Y entonces me acordé que íbamos en un avión hacia Lousiana. Ya no tenía sueño, había dormido desde que entré en el avión… hace trece horas aproximadamente.
- ¡Buenas noches! – Dijo Edward susurrando y entusiasmado.
- Hola… - me desperecé. - ¿Cómo sabías que estaba despierta?
- Es que cuando Bella duerme es como si estuviera ausente y te “leo”.
- ¡Ahhh! Vale, ya entiendo – le dije mientras me miraba con su mirada profunda.- ¿Sabes cómo lleva el vuelo Bill? – Dije rápidamente, no soportaba que clavara esos hermosos ojos dorados en los míos.
- Mmmm no. En los aviones no se puede encender los teléfonos móviles… pero sólo te diré que Bill irá muy cómodo en su ataúd de viaje – me dijo riendo, aprovechándose de la situación de que Bill no viajara con nosotros.


Poco a poco recordaba lo que había sucedido antes de salir con destino a Norteamérica. Al día siguiente de la visita de la señora bruja Amelia y de todo lo que había sucedido con mi descontrol de poderes, pasé todo el día haciendo la vaga, reprochada en la cama con Bill, estuvimos ahí hasta que se hizo de noche, a eso de las seis de la tarde, ya que Bill necesitaba descansar sus horas y yo no me quería separar de él. Solo quería estar a su lado porque me sentía muy cómoda y feliz, y tampoco quería moverme de nuestra habitación porque me encontraría con Edward y... ¡a saber qué ocurriría!
Esos días en Austria, salía por las noches con Bill a manejar mis poderes. Me era muy difícil utilizarlos y lo que me resultaba más frustrante era el no saber para qué se utilizaban. Siempre había creído que las brujas, aparte de ser seres fantásticos, eran seres malvados que usaban su magia negra para hacerles daño a los humanos. Pero yo seguía siendo medio humana, y no me gustaba nada la maldad. Siempre he estado defendiendo los derechos de los demás, siempre he estado en contra de todo lo malvado del planeta. Así que yo no podría ser mala por ser bruja… cuando era buena por naturaleza. Bill y la familia de Edward eran vampiros, que en teoría son malvados y se alimentan de sangre humana, e incluso llegan a matar a las personas. Pero ellos, en cambio, decidieron coger el lado más bondadoso, sin hacer daño a nadie. Los Cullen se alimentaban de sangre animal y Bill, aparte de alimentarse de la mía cuando hacíamos el amor, tenía entendido que bebía sangre sintética y, por un contacto, bebía directamente de bolsas provenientes de bancos de sangre de clínicas. Pero seguían manteniendo su alma y su bondad. ¿Por qué yo no podría? Tenía entendido que las brujas celtas, como lo que se suponía que llegaría a ser yo, eran buenas, usaban sus poderes para proteger a los humanos. Pero, a su vez y desde mi punto de vista, eran un poco malas… Mis poderes de bruja celta estaban preparados para destruir a los vampiros, cosa que yo no quería… Desde que conocí a Bill nunca me había sentido más completa, y ahora descubro que mi misión durante toda la eternidad es destruir a los individuos de la especie de Bill. Tenía decidida una cosa: eliminaría a los malos, a los que dañaran a la humanidad y a los que dañaran a mi familia y amigos.
Con mis poderes había descubierto, por ahora, que podía levitar, lo más chulo y lo que peor se me da… ¡yuhuú! También movía objetos con la mente, pero aun lo hacía bruscamente y se me rompían las cosas. Había practicado a leer las mentes, pero creo que ese poder no era para mí, podía ver imágenes sueltas que sólo provenían de vampiros, es decir de Bill y de Edward. Las imágenes de Bill no me revelaban mucho, sólo había imágenes mías y de otra mujer, también rubia que sería su ex pareja. Las imágenes de Edward solo me revelaban escenas eróticas cuando me miraba o se dirigía a mí, lo que me confundía mucho al ser un hombre casado. También veía imágenes de mi prima y su futuro bebé, Edward quería un niño, y de su acogedora familia.
Bill, de vez en cuando, me hacía que sintiera ira para ver el qué me producía las radiaciones eléctricas que tanto le hacían daño. Estas veces las dirigía contra árboles, los cuales destrozaba y me confirmaban que era cuando me sentía atraída por Bill, tanto con amor como con rabia; una especie de conexión hacia él, hacia un vampiro. Hacía ya tiempo que no tenía esos sueños premonitorios de lo que sucedía en el presente o en el futuro, y me gustaba no tenerlos porque muchas veces me costaba despertar y me faltaba la respiración.
- ¿No necesitabas ir al baño? – Me dijo Edward, mientras me sacudía de mis pensamientos.
- ¡Ah sí! Pero no… - te lo he dicho. Joder no me gusta que lea ese tipo pensamiento específicamente.
De camino al baño del avión, escuché murmurar a Edward algo que le decía a Bella. Seguramente, sin querer, yo la había desperezado un poco al entrar en el pasillo del avión. Se le veía tan romántico y atento junto a mi prima. Echo de menos a Bill.
Nada más entrar en el baño me miré en el espejo. Me lavé la cara ya que había dormido muchas horas y me peiné el pelo enmarañado del asiento del avión. Me maquillé un poco para ocultar mis ojeras de cansancio y volví a mirarme en el diminuto espejo. Y, entonces, fue cuando lo vi. Un enorme grano en la punta de mi nariz. Más le vale a ese enorme grano no ser una verruga típica de bruja – pensé horrorizada. Enseguida cogí mi neceser de maquillaje – material imprescindible en mi bolso de mano - y me di más base de maquillaje en la cara de lo habitual. No necesitaba que nadie me mirara solamente en la punta de la nariz. Como odiaba esto, soy de las chicas que nunca tienen impurezas ni espinos en la cara ni la piel, se podría decir que mi piel está fuera al alcance de estas cosas, ya que la tengo casi perfecta. Volví a mirarme en el espejo y había desaparecido un poco gracias a mis productos de belleza, pero yo aún lo presenciaba.


Asomé un poco la cabeza por fuera de la puerta del baño hacia el pasillo. Necesitaba que mi prima me dijera que no había nada, que eran alucinaciones mías… pero ella seguía durmiendo. ¡Oh Dios mío! El único despierto es Edward, ni de coña necesito su ayuda. Así que cerré la puerta del baño y seguí observando mi nariz en el espejo.


Entonces, alguien tocó a la puerta. Me concentré para saber quién estaba detrás de ella y, de repente, vi imágenes en mi cabeza. Era yo asomando mi cabeza por la puerta mirando hacia el pasillo, y luego la cara de mi prima roncando. Se trataba de Edward.
- Edward, vete. El baño está ocupado – dije a través de la puerta.
- ¿Cómo sabías que era yo el que tocaba la puerta?
- Cosas de brujas – dije riendo.
- ¿En serio? ¿Ya lo controlas? – Dijo él sorprendido.
- Shhh – le dije para que se callara. Si alguien nos escuchara me moría allí mismo, pensarían que estaba loca.- Sí, un poco. Lo he ido practicando con Bill – dije en voz baja, estaba segura de que él me oiría.
- Ah, de acuerdo. Ahora, ¿me dejas pasar? Creo que necesitas ayuda con algo…
- ¡Ni loca Edward!
- Venga déjame, entrar. Además la puerta está abierta, puedo abrirla fácilmente – me dijo insistiendo.
- ¡Qué no! – Seguí negándome.
Así que Edward empujó la puerta para acceder al baño, pero yo en cambio, con mi mente, empujé hacia él y la cerré con fechillo, rápidamente. Para asegurarme de que me había encerrado, volví a usar la mente e hice lo mismo. Entonces, suspiré y me apoyé en la pared del baño. Estas fuerzas mentales me hacían cansarme. Sin embargo, Edward, finalmente, entró en el baño.
Pero, ¿cómo es posible? Si cerré la puerta.
- Hay que practicar más prima postiza – dijo riéndose de mí.
- Joder. Ahora que ya estás dentro, te tendré que mostrar mi monstruo andante.
- Tu ¿qué? – Dijo confundido a mi metáfora.- ¡Ah! Tu grano en la punta de la nariz – dijo observándome.
- Vale, ya lo sabes. Déjame de mirarme. Y, ¡lárgate! – le dije furiosa.
- Déjame examinarte Shasha. He estudiado muchas veces la licenciatura de medicina. Algo de esto debo de saber.
- ¿Muchas veces? ¡Qué frustante! – Dije asombrada.
- Sí, la verdad. Al cambiarme de ciudad, tanto yo como mi familia, parecemos siempre jóvenes. Así que al ser nuevos en la ciudad debemos empezar desde cero, es decir, en mi caso, con 17 años – asentí con la cabeza, comprendiéndolo todo, mientras Edward me cogía por la cara y me miraba fijamente en la nariz. Sonrió de forma inesperada.- Tienes una nariz graciosa Shasha.
- ¿Graciosa? – Dije incrédula.
- Sí, graciosa. Mírala, es tan bonita, tan roja como la de un payasito- dijo riéndose y tocándome con su dedo índice la punta de mi nariz.
- Deja de reírte ya de mí, ¿vale? – Le dije mientras le apartaba sus manos de mi cara.
Hubo una turbulencia en el vuelo e hizo que tropezara encima de Edward, aplastándolo contra la puerta.
- Perdón – dije de inmediato.
Él me profundizaba con sus ojos dorados, mientras rodeaba con sus frías manos mi cálida cintura, cuando lo sentí. Sentí un ardor quemándome por mi pecho, sentí ganas de abalanzarme hacia él y de besarle con fuerzas y con ganas. Pero eso estaría mal.
Pero, sin pensarlo, utilicé mi mente y cerré con fechillo, esta vez bien, la puerta del servicio. Él, inesperadamente, me cogió la cara y me la ladeó, posando sus fríos y duros labios en los míos. Sentí su aliento frío, pero acogedor y caliente a su vez, distintos a los de Bill. Su aliento irradiaba pasión, una emoción que me paralizaba sin saber qué hacer. Solo quería que estuviera dentro de mí, pero mi mente no estaba en ese lugar. De repente vi imágenes procedentes de la mente de Edward. Veía fuego, sangre caliente y un trasero al desnudo moviéndose placenteramente y con ansias. Luego mi propio trasero y pechos moviéndose por cada sacudida que me daba Edward. ¡Oh no! Me está echando el polvo de mi vida- pensé al ver las imágenes. Me sacudieron más imágenes, éstas se correspondían con el baño donde estábamos Edward y yo actualmente. Es decir, lo que veía desde la cabeza de Edward significaba que después de ese acercamiento tórrido de labios, pasaría esto. Y estaba en mi mano, acceder o no.
Edward empezó con los besos, metiéndome su lengua hasta lo más profundo. Mi lengua no bailaba con la suya, no, éstas se enrollaban, como si de un nudo se tratara. Metía su lengua y la sacaba de mi boca, simulando que era su pene dentro de mi vagina, o eso me hacía imaginar. Él se rió. Era obvio que estaba escuchando lo que yo pensaba.
- Joder, nena. Como me pones Shasha – dijo mientras agarraba mi culo y lo alzaba.
Siguió con su mano acariciando mi espalda y bajando hacia mi culo. Rozaba su dedo índice en mi trasero, introduciendo sus dedos. Yo, cada vez, estaba más húmeda.
- Edward, esto no puede pasar – dije entrecortadamente.
- Nena, calla y disfruta –dijo él introduciendo unos dedos, esta vez, en mi vagina. – Esto te gusta, ¿eh? – Dijo sensualmente. Yo ya me estaba volviendo loca.
Introducía sus dedos y, a continuación, los metía en su boca, saboreándolos.


- ¡Oh dios! – Gruñó.
Y con su característica rapidez, me puso de espaldas hacia el lavabo. Me besó frenéticamente en el cuello, mientras respiraba abismalmente. Sus manos estaban debajo de mi camiseta, en mis pechos, retorciéndome los pezones. Esto me volvía loca, así que siguió haciéndolo más fuertemente. Me producía dolor, pero a la vez placer, puro placer.
- ¿Te gusta el dolor Shasha? – Dijo pícaramente.
- Depende de qué tipo de dolor – dije, empezándome a asustar.
- Perdón, perdón. No pretendía que sintieras miedo – dijo mientras quitaba sus manos de mis pechos y las bajaba por mi abdomen. Me dio un dulce beso en los labios.
Otra vez abusó de su rapidez para quitarme mis vaqueros. Ni me di cuenta cuando lo hizo, pero ni yo ni él teníamos ropa interior. Así, que sin decir nada, introdujo su fría dureza en mi vagina mientras que con una mano estimulaba mi clítoris.
- ¡Oh señor! – Gemí en voz alta.


- ¡Shhh! –Edward me tapó la boca con la mano que le sobraba.
Mientras me embestía dulce pero a la vez bruscamente, sentía que me corría dentro de él, con bastante placer mientras le mordía su mano. Quería gritar, quería que todo el mundo se enterara del goce que sentía en esos momentos. Y seguía mordiéndole, pero al hacerle esto me daba azotes en mis nalgas. Cuando más azotes me daba, más gruñía y con más prisa me embestía. Hasta que llegó al momento culmen, Edward Cullen, el vampiro Dios del sexo, se corría dentro y fuera de mí, recorría con la punta de su polla mis nalgas, las cuales estaban resbaladizas. Me dio la vuelta, apoyó su polla en mi vientre, mientras esta palpitaba a una velocidad descomunal. Seguía salpicándome con su dulce líquido blanco. Así que me agaché e introduje su pene en mi boca. Era delicioso. Cuanto más chupaba, más se ponía dura. Pero, de repente, me levantó y me puso de pie. Me dio un profundo y salvaje beso. Me colocó sobre el lavabo y se metió de nuevo dentro de mí. Pero, esta vez fue corto.



- ¡Oh Shasha! Eres increíble – me dijo mirándome a los ojos con tal sinceridad que se me rallaron los ojos. No sabía el por qué. Yo no estaba enamorada de él. Sino de… Bill. Oh por dios, Bill. – Shhh, nena. Déjate llevar – seguía diciéndome al oír mis pensamientos.
Dirigió su cabeza hacia la unión de piernas y me saboreó, introduciendo su lengua en mí. De repente, me miró, con mucha lujuria en sus ojos, sus ojos soltaban chispas. Seguidamente, nota un dolor leve y punzante en mi ingle izquierda. Sentí lujuria, placer, dolor y miedo, una mezcla de emociones. Pero también me sentí muy cachonda.
- Shasha, por favor – dijo en medio de una arcada.
- ¿Qué pasa? Sigue – le ordené mientras dirigía su cabeza a mi ingle ensangrentada.
- No puedo… Tu sangre… Es venenosa para mí.
- ¿Cómo? – Me incorporé para mirarlo. Pero Edward ya no estaba delante de mí. Se encontraba arrodillado frente al váter, expulsando por la boca toda mi sangre.
Me limpié la herida hecha con sus dientes, me puse mi tanga y mis vaqueros y mi dirigí hacia él.
- Ey, ¿te encuentras bien? – Le dije preocupada.
- Sí. No. No sé. Me arde el estómago – dijo con voz de enfermo.
- Pero, ¿te recuperarás? – Le dije. Ya me estaba sintiendo yo mal por hacerle eso.
- Mira Shasha. Tú no tienes la culpa, ¿vale? Ninguno de los dos sabíamos que sucedería esto cuando te mordiera… No te preocupes.
- Pero… ¿puedo hacer algo por ti?
- Sí. Arréglate y sal de aquí. Vete con Bella, ¿vale? – Dijo con decisión, a pesar de su cara enfermiza.
- Sí, sí, claro – dije mientras me arreglaba y cogía mi neceser para salir por la puerta.
- Una última cosa – me pidió. Yo asentí.- Coge de tu bolso de mano el libro que te dejó la bruja y mira a ver si encuentras alguna solución para esto, ¿de acuerdo? Te lo agradeceré mucho – asentí de nuevo. Ya me estaba empezando a preocupar por la situación en la que nos encontrábamos. – No te preocupes, en serio Shasha.
- Vale, lo intentaré – le dije mientras abría el fechillo de la puerta de metal.
- Shasha – me llamó por última vez.
- Dime Edward.
- Me gustas de una forma especial, nena.
Cerré la puerta. Esto no podía suceder. Dos vampiros, con los que echar polvos. Uno de ellos casado, y el otro, que no sabía su pasado.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Capítulo 9

PVO EDWARD

¿Tu primo postizo? – Pensé de manera inmediata y con los ojos muy abiertos.
Shasha me picó el ojo y salió corriendo calle abajo, mientras reía a carcajadas. No entendía su actitud… Estaba mal y triste por todo lo que había descubierto en unas cuantas horas y, ahora, de repente, estaba eufórica. Tal vez era el hecho de engatusarme tanto y dejarme con la miel en los labios. ¡Qué rabia! Estaba a puntito…
La seguí calle abajo acelerando cada vez más el ritmo, porque no la encontraba… Y no había más calles en este pequeño pueblo. Seguía acelerando, hasta que corrí con la velocidad que me caracteriza… y tampoco la encontré. Así que desistí y volví para la casa.


Cuando entré ya estaba oscureciendo y Bill llamó por mí. No sabía qué hacer, si ir o no ir hasta el sótano, donde estaba él. No sé si me descubriría, no sé si él me leería la mente al igual que yo y sabría toda la verdad. Tal vez Shasha le había contado algo… Aunque no creo que fuera tan tonta para dejarlo correr.
Mientras caminaba dirección al sótano, agudicé el oído y escuché a mi amada esposa. Estaba hablando con alguien y respirando dificultosamente. Agudicé más y vi con quien estaba hablando, con Shasha. Ésta acababa de soltar unas cuantas risitas… A saber qué le está diciendo…
Me encaminé hacia el sótano y me senté en un sofá viejo al lado de Bill.
- ¿Qué tal el día Bill?
- Pues un poco aburrido… Mira, ¿no has arreglado aún el cristal?
- Pues no. Lo siento. Es que Shasha, después lo ocurrido con Bella, desapareció de mi alcance y la estuve buscando… Hasta que llegué a casa, dándome un poco por vencido, y la escuché en la habitación de Bella.
- Oye, ¡qué buen hombre eres! Gracias por preocuparte por mi chica.
- De nada. Para eso soy su primo postizo – me reí al pensar en esas palabras recordando lo que estuvimos a punto de hacer.
- Sí, eso. Solo primos postizos – dijo Shasha. Estaba ahí, frente al umbral de la puerta del sótano. Balanceaba su rubia cabellera de un lado para otro mientras bajaba la escalera y se aproximaba al lado de Bill. – Te echado de menos Bill.


- Pues no veas lo que te he echado yo de menos, nena.
- ¿Estás enfadado? – Preguntó temerosa.
Tranquilo… No le he dicho nada a Bill de lo de antes – pensó Bella. Me quedaba más tranquilo.
- No cariño. No estoy enfadado. No te preocupes – le dijo Bill tranquilizadoramente.- Eso es normal. Eres nueva en todo esto.
- Ya estaba preocupada. No sé que me pasó, en serio – dijo apenada, mientras recordaba toda la situación.- Entonces, ¿me perdonas?
- Claro que sí, ¡bobita! Ven aquí – le dijo Bill, mientras le daba un beso en la frente. Después posó sus labios en sus mejillas, para, a continuación, seguir por sus carnosos y suaves labios… ¡Joder! Como me estoy poniendo… ¡Me largo!


Mmmm, lo siento caballero Edward. Ya estoy cogida. Y por un vampiro más agraciado, seguro
– pensó Shasha.
Salí pitando del sótano. Cabreado. No quería pensar en Shasha. Esa zo… No abuses Edward Cullen, tú no eres un mal hablado – me corregí. Pero es que esta bruja rubia me hacía estar así. Me gustaba, de eso no dudaba. El día de mi boda con Bella, me di cuenta. Era una conexión extraña. Ella es guapa, no lo dudo. Pero me hacía sacar la parte malvada fuera de mí. Parecía grosero, antipático y de muy malas formas. Un chico malo, en conclusión. Sin embargo, Edward Cullen era todo lo contrario a esto. Siempre me ha caracterizado la bondad, el ser amable, la humildad, ser formal. Vamos, un chico perfecto. Por lo cual, Bella se enamoró de mí.
No debería olvidarme de Bella. Ella era lo que yo siempre soñé durante tantas décadas de soledad. Me hacía sentir vivo… Pero Shasha, me hacía sentir vivo y vivir en una nube de locura.
Sin pensarlo dos veces, me dirigí escaleras arriba con mi esposa.
- ¡Edward! – Me gritó Bella.- ¿Dónde has estado?
- Lo siento mi amor – le dije, mientras me acurrucaba a sus brazos y metía mi cara en sus cabellos olorosos a flores. Mmmm, me encanta.
Me eché encima de ella. Suerte que su barriguita de embarazada no había crecido aún, así que no le pesaría mucho mi cuerpo. Le di besos en sus labios, mientras nuestras lenguas se enrollaban la una con la otra, como grandes expertas. Empecé a rozar mi lengua por su cuello, conteniéndome de morderla… Cada vez me incitaba más su sangre…


Sabía que algún día tenía que suceder. Tendría que convertir a mi esposa en vampiro, una acompañante hasta la eternidad de nuestros días, como ya lo hacían mis hermanos y padres. Tenía que hacerlo, porque los Volturis me lo impusieron. Yo quería alargarlo lo más posible, quería que Bella disfrutara de su humanidad todo lo posible, no como me pasó a mí.
Escuchaba a Bella respirar agitadamente, pero no la hacía caso. Seguí llenándola de besos más allá de su cuello. Le quité la camisa con los dientes y seguía besándola cerca de su pecho. La escuché jadear con un tono de susto, pero no levanté mi mirada y seguía concentrado besándola.
- ¿Edward? – Me llamó Bella. Pero yo seguía y seguía. Tenía que alejarme de mi pensamiento la cara de Shasha picándome el ojo y bajando la calle a carcajada limpia. – Edward… ¿qué te pasa? ¿Es el día de transformarme hoy? – Dijo Bella, en su gozo. Pero no, la iba a decepcionar porque hoy solo quería sexo.
Escuché al otro lado del pasillo una carrerilla entrecortada y risitas que provenían de Shasha y Bill. Seguía escuchándolos cerrando la puerta de la habitación de Shasha y un fuerte golpe mientras yo continuaba con la sesión de besos a Bella. El sonoro golpe fue el cabecero de la cama.
- Anda, que mi prima y Bill no pierden el tiempo, ¿eh? – Me dijo Bella riendo.
- Ya veo que no – dije concentrado en los pezones de mi esposa. Porque yo también hoy me desahogaré.

****

PVO SHASHA

Yo no estaba haciendo esto simplemente para darle celos a Edward, no. Sino porque me apetecía estar con Bill. No estaba con él tan a solas desde que estuvimos en mi casa en Baton Rouge y me enteré de mi gran secreto. Pero, a lo mejor, solo un poquito, en el fondo de mis sentimientos, también lo hacía para que Edward nos escuchara y se muriera de envidia… Aunque no lo creo. Al otro lado de la habitación ya se escuchaba movimiento de Edward y Bella… Yo no iba a ser menos.
- ¿Estas preparada para estar a solas conmigo Shasha? – Me preguntó educadamente Bill.- Te pregunto por los de tus escalofríos y electricidad hacia mí…
- Tranquilo – le paré. No quería recordar todas esas maldiciones que ahora anidaban en mí.- Si me tienes que parar, como sea, ¡lo haces! – Le advertí. Bill me miró perplejo.- ¿De acuerdo?
- Sí… Pero no quiero hacerte daño…
- Creo que aquí la que te hará más daño seré yo… Así que más vale que me frenes Bill- él asintió con la cabeza.
En seguida nos recostamos contra el reconfortante colchón de mi cama de Viena y nos miramos el uno al otro. Su mirada me profundizó de una manera que por los poros de mi piel solo salía algo caliente… ¿Hormonas? No, calla. Con Bill era todo tan exquisito y perfecto. Era todo tan sencillo que estaría con él toda una vida…
Siguió mirándome fijamente hasta que posó sus ojos en mis labios. Me impactó con un beso lleno de pasión, lujuria y… ¿amor? Da igual, sigue disfrutando… - me dije a mí misma. En cada beso, yo soltaba un chispa, la cual intentaba controlar no sé ni cómo. Por un momento, abrí un poco los ojos y vi el color de esas chispas… Naranjas y rojas, como el fuego.


- ¡Imposible! – Dije en alto.
- ¿Qué es imposible?
- ¿No has notado las chispas, Bill?
- ¿Qué chispas? – Bill no tenía ni idea.- Sólo te he notado muy caliente y húmeda…
Con esas palabras, ya me olvidé de las chispas. Bill empezó a acariciarme la tripa y yo entrecerré mis dedos en su negro cabello. Siguió con sus largos y húmedos besos, mientras con sus manos seguía una trayectoria vertical hacia mi intimidad. Dejó su palma de la mano descansar ahí, mientras con la otra me agarraba por las nalgas y se apretaba contra mí. Pude comprobar su excitación y le agarré más del pelo, dándole un pequeño jalón. Gimió, pero no era de dolor… Yo gemí a su vez. Entonces, Bill me quitó la camisa de una vez y se quedó mirándome los pechos.
- ¿Qué? – Le dije… Ya que me miraba más tiempo de los normal.
- Son hermosos… Cada día les tengo más cariño – me dijo esplendoroso. En seguida me ruboricé.
Mis manos bajaron a su cinturón y en, cuestión de milésimas de segundos, no había pantalones en el cuerpo de Bill. Bill hizo lo mismo con mis jeans y yo con los botones de su camisa. Cuerpo a cuerpo nos abrazamos y respiramos en el hombro del otro. Una pequeña sonrisa iluminó mi cara y supe que hacía bien. Que este era mi hombre de verdad.
Bill se posicionó encima de mí y yo entrelacé mis piernas a sus caderas. Pude sentirlo en todo su apogeo, pude sentir que Bill era solo para mí. Acarició mi espalda y recogió una gota de sudor, la cual me hizo sentir un escalofrío.
- ¿Te encuentras bien? – Se anticipó Bill. Yo sólo asentí.
No sabía si era el exceso de calor más la excitación del momento o si ese escalofrío provenía de mis adentros. No quería hacerle daño a Bill… pero me tuve que dejar llevar por la situación. Bill era mío y yo quería disfrutar.
Bill me sacó de la cama y me cogió en peso. Se dio cuenta de que quería disfrutar, así que lo hizo. No sé si le hice daño o no, pero le clavé mis uñas en toda su musculosa espalda y grité muy fuerte. Era lo mejor que me sucedía en años. De repente, noté una prisión en mi cuello. No sé qué fue, pero yo seguí disfrutando de mi momento de gloria y cada vez me sentía más mala. Abrí los ojos y vi que Bill estaba hundido en mi cuello…
Primero sentí miedo, abrí los ojos un poco más y me quedé inmóvil… Bill sacó su cabeza de mi cuello y la alzó para mirarme. Me miró con tal lujuria en los ojos, que no importó que su boca estuviera llena de mi sangre… agarré su pelo y empujé su cabeza de nuevo a mi cuello y abrí mis piernas más hacia él. Sufrí un éxtasis nunca vivido… Bill succionaba la sangre de mi cuello mientras me penetraba fuertemente. Yo con una mano le agarraba de su pelo y con la otra clavaba mis uñas a su espalda. Era totalmente pasional. Él me daba amor y pasión y yo le ofrecía mi sangre.


- ¿Estás bien? – Dijo Bill, que ya había parado. – Eres exquisita. No me equivocaba.- Me ruboricé en seguida.
Bill se encaminó hacia la unión de mis piernas y me hizo disfrutar más posible si cabía. Al rato, plantó más besos en mi ombligo y mis pezones, mordisqueando estos poco a poco.
- En serio, eres exquisita. En todas partes – me dijo con una sonrisa que produciría desmayos allí donde fuera.
A continuación, se metió dentro de mí y explotó todo su amor. Yo, inmediatamente, le abracé, no queriéndome separar de él por mucho tiempo.
- Shasha, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
- Te amo Bill – le respondí. No podía negar lo que sentía por Bill. Lo quería para mí, solo para mí.
Bill me miró de una manera especial, la cual me hizo sentirme afortunada por tenerlo a mi lado. Me dio un beso fugaz y me abrazó con ternura. Después se levantó de la cama pero algo se lo impedía. Miró hacia mí e intentó levantarse de nuevo.
- ¿Qué estás haciéndome amor?
- ¿Yo? Nada, Bill – le respondía extrañada.
Cuando por fin se pudo levantar Bill le extendí la mano para tocarle. Pero de esta salió esa maldita electricidad, ese haz de luz blanca que proyectó hacia Bill. Con la otra mano retiré mi brazo hacia otro lugar. La mesilla que se encontraba ahí se desplomó.


- ¡Bill! – Grité desesperada.
- Tranquila Shasha, no me ha pasado nada.
- Sí, pero… Yo solo quería tocarte y agarrarte el brazo. Quería que te quedaras conmigo.
- Ya lo sé. Aquí estoy, contigo – me reconfortó Bill. - No tienes nada por qué temer, has sabido manejar la situación.
¿Manejar la situación? A ver si no te destrozo la próxima vez, amor.

**Perdón no haber actualizado más a menudo... pero una aquí que está muy liada con las clases!!! Espero que os guste aunque sea pekeñíiin!

jueves, 1 de octubre de 2009

Capítulo 8. SEGUNDA PARTE

Edward me sacó al frío jardín de la casa de Viena por el codo. Me hacía daño así que le grité:
- ¿Pero qué te crees que estás haciendo Edward? ¡Me haces daño! – Me quejé.
- Tengo que intentar escucharte… Digo, escuchar tus pensamientos, pero con los pensamientos de esa mujer fluyendo todo el rato no puedo y con mi esposa delante sabes que tampoco – dijo respirando profundamente y cerrando los ojos. Sentí una chispa de concentración de su parte y cerré los ojos también.
Pude sentir del interior del cuerpo de Edward salir un significativo calor. Provenía de la cabeza o de la mente de Edward, no estaba segura, así que me concentré ayudada por el silencio que reunía el jardín. Vi en mi mente muchas palabras, seguidas de otras muchas más, imágenes mías, de la mujer que estaba sentada en la mesa del salón de la casa y muchas más mujeres desconocidas por mí, éstas en una reunión o algo similar. Hasta que de repente vi la palabra aquelarre desde la mente de Edward... Me temblaron las piernas y abrí los ojos. Me estaba tambaleando demasiado, así que me agarré del hombro de Edward. Fuerte como ninguno.


- ¿Estás bien Shasha? – Cerré los ojos, respiré profundamente y asentí con la cabeza. – Entonces, ¿por qué estás mareada? Deja de aferrarte a mí. Yo te sostendré entre mis brazos, no hagas ningún esfuerzo.
Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero tenía que hacerlo, estaba muy mal por momentos, creía que no podía estar de pie por mí sola. No quería pensar en presencia de Edward… Me oiría mis pensamientos y, de esa manera, le revelaría lo que sentía mi cuerpo por él. Ya le estaba empezando a dar nombre. Sí, una atracción fatal.
- Shasha… Todo lo que has visto antes lo he visto yo. Y, no estabas equivocada, provenía de mis pensamientos… La mujer que está ahí dentro me confesó muchas cosas de tus antepasados al leerte la mano. Tu pasado es bueno, como bruja celta que eres. Pero hay una pizca en ti que pueda ser maldad… Según como se mire.
- ¿Según como se mire? No te entiendo.
- Sí… Un antepasado tuyo provenía de un aquelarre que destruía a todo lo malvado para la humanidad. Ese aquelarre mandó a aniquilar a vampiros… No vampiros como Bill o como yo. No. Eran vampiros más conocidos como chupasangres. Violaban y se aprovechaban de las hembras humanas. Dejándolas embarazadas, hasta que el día del parto morían. Un antepasado tuyo se hizo cargo de este tipo de vampiros. Destruyó a todos los que pudo hasta la desaparición de su aquelarre. Por eso cuando Bill o yo te producimos alguna sensación que desconozco, una parte de ti sufre escalofríos y nos ataca. Es como un mecanismo de defensa hacia nosotros. Tienes una pizca de “antivampiros”, se podría decir.
- ¿Soy una especie de cazavampiros?
- No. Sólo serás cazavampiros o bruja destructora de chupasangres, que es como lo llamaban en la antigüedad, si te dejas llevar por tus instintos. Pero entre todos, te ayudaremos, como supo hacer tu abuela – me explicó Edward.
La verdad, no me gustaría alejarme de Bill, estaba muy a gusto con él y le quería. Y, para qué mentir, de Edward tampoco me quería alejar. Mi cabeza estaba hecha un lío, pero poco a poco mi cuerpo lo asimilaba, antes que yo.
- Edward, ¿cuándo seré una bruja total? – Le pregunté mientras almorzábamos en compañía de Amelia, la bruja, y mi prima Bella.
Genial, así que no escucharía lo que pensara.
- Amelia me ha dicho que la transformación en tu familia sucede a los 22 años… ¿Cuándo cumples Shasha?
- En el mes de Agosto… - ¡Fenomenal, me quedará un mes! -Pensé con sarcasmo. - ¿Dolerá mucho?
- No – dijo Edward riendo. – No es la conversión de un vampiro Shasha. Te sentirás de la noche a la mañana más fuerte, levitarás, te teletransportarás, te saldrán… ¿cómo? – Le preguntó Edward a la mujer, ya que él estaba traduciendo lo que le decía ella.- ¡Ah! Es que no lo veía lógico… Te saldrán radiaciones eléctricas de tus manos, y días después usarás tus poderes, siempre que te ayudes de los libros que dejó tu abuela para ti.
- ¿Y veré el futuro como Alice y leeré los pensamientos como tú?
- Lo del futuro no lo sé. Cada bruja tiene un poder especial y eso aún no lo sabremos… Tendremos que esperar. Pero lo de leer los pensamientos ya lo has experimentado un poco… Poder que no es común de las brujas típicas ni de las celtas… Es común de los telépatas – Edward se paró en seco y miró a Bella.- ¿Qué te pasa Bella?
- El bebé, se mueve mucho… - dijo mi prima quejándose. Amelia le cogió la mano y se quedó paralizada. - ¿Qué sucede cariño? ¿Por qué a la señora Amelia se le ha quedado esa cara? Edward… responde.


- Dice que lo que llevas dentro es maligno… Por eso he puesto mala cara, y ella también – dijo Edward, para después atender a la señora de nuevo.- Pero dice que lo resolverás bien con la ayuda de otra mujer, muy hermosa. Que no negarás a tu hijo.
- Nunca negaré a mi hijo… Es fruto de nuestro amor Edward.
- Ya lo sé amor – dijo acariciando la tripita de Bella, aun aparente vacía. – También dice que no nos preocupemos por sus palabras, que no nos va a revelar más ya que quiere que todo sea sorpresa.
- Mejor así. Me borraré sus palabras –dijo Bella sonriendo. Después Edward le dio un beso suave.
Después de almuerzo Edward bajó con la señora al sótano, donde se encontraba Bill. Yo me quedé recogiendo y fregando la loza con Bella.
- Bella, ¿estás mejor?
- Sí, solo mi bebé se movió. Nada de daño.
- Me alegro. Será como mi sobrinito.
- ¡Claro! Mira… ¿y tú cómo estás? Con todo esto de la brujería, tú sola… No sé… Debes de tener un revoltijo de mil ideas en la cabecita primita.
- Pues sí… Un poco. Espero que con el libro de mi abuela entienda todo. Como lo hice más o menos con el tema de los vampiros. Dale gracias a Dios que me llevo bien con la lectura – bromeé.
Sí, me hacían falta las risas en este momento… Momento de confusión.
Al cabo de un rato, subieron del sótano Amelia y Edward. Amelia cogió su bolso de mano y se dirigió junto a Edward a la puerta para a continuación marcharse. Bella y yo nos dirigimos al salón, ella abrazó a su marido:
- Ay cariño, esa mujer era muy rara. Me daba mala espina – y se empezaron a besar.


Mis instintos salieron a la luz y corrió por mis huesos y músculos una especie de electricidad. La electricidad esta vez se vio, era de un color azul e iba dirigida a Edward. Alcé la mano para detenerla. Pero parece que con este movimiento solo hizo que la electricidad se dirigiera hacia mi prima, empujándola como si alguien lo hubiera hecho y golpeándose la cabeza en la puerta…
- ¡Qué he hecho! ¡Oh prima! – Grité.
Mis instintos pudieron conmigo.

***

Después de lo ocurrido salí corriendo de la casa y me recorrí las calles a toda prisa del pueblo en donde nos alojábamos. Sin rumbo. No tenía a dónde ir. Le había hecho daño a mi prima por puros instintos animales o qué sé yo lo que era.


Las calles de Krems eran empedradas y algunas calles eran empinadas. No sé de donde saqué las fuerzas pero recorrí buena parte del pueblo corriendo rápido. Algo sorprendente en mí. Hasta que me topé con la puerta de una iglesia. Y decidí entrar.
Hace unos cuantos años era asidua a la iglesia, a los evangelios y al ir a misa. Después empecé a trabajar y más tarde a estudiar, así que realmente pasé de ir. Entré porque para mí pegar es un pecado y, más aún, pegar a mi prima, sangre de mi sangre, por algo que no tenía ni idea. Avancé unos pocos de bancos y me arrodillé. Aún me acordaba de rezar. ¡Menos mal! – Pensé. Había dejado la puerta enorme de madera de la pequeña parroquia abierta y, de vez en cuando, miraba hacia atrás a ver si me veía alguien. Me daba vergüenza que alguien me viera rezando ya que no era asidua a hacerlo. Una de las veces vi un resplandor que iluminó el pasillo de bancos de madera oscura y me cegó unos instantes. Me froté los ojos.
¿Dios? Imposible, estoy mal… Pero reluce tanto… - pensé confusa.-
¿En serio que no es Dios?
El individuo resplandeciente dios unos pasos y se refugió en las sombras de la pequeña parroquia de Krems. Ya no brillaba. Pero aún no podía ver con claridad de quién se trataba, si era una figura humana o divina, porque mis ojos estaban inundados de lágrimas. El ya no resplandor dio algunos pasos más en dirección mía. Y pude comprobar quién era.
Edward. ¡Cómo no!
- ¿Qué haces aquí? – Me preguntó.
- ¿Que qué hago aquí? Refugiarme de lo que le acabo de hacer a mi prima. Bueno, si aun me sigue queriendo como prima – le dije desesperada.
- No te preocupes Shasha. La he llevado donde Bill. La he tumbado en el sofá y Bill le ha dado de su sangre para que se recuperara. Se le ha ido la cicatriz y ha vuelto a la consciencia. Bill le ha borrado la memoria de lo que sucedió anteriormente.
- ¿Cómo es posible? Entonces, no recuerda nada- dije más calmada. Asumiendo lo sucedido.
- Así es. Ahora quiero que no te preocupes de nada y relájate.
Salimos de la parroquia y anduvimos un poco en busca de sombra. Hacía un día frío pero el sol estaba fuera. Así que Edward brillaba como diamantes debido al sol. Alguna inconveniencia tenía que haber saliendo a la luz del sol – pensé. La verdad que era todo un riego. Llegamos a un pequeño parque que tenía sombras y nos sentamos en un banco de metal.
- ¿En serio que está todo bien Edward?
- Sí… Tranquila. Si no te lo crees puedes indagar en mi mente para verificarlo. Solo cierra los ojos y relájate.
Así lo hice. Cerré los ojos y me relajé. Vi que todo lo que me dijo Edward era verdad. Vi a Bill dándole su vena a Bella para que esta tomara conciencia de la realidad. Vi a Bill hipnotizando a Bella para borrarle la memoria. Vi a Edward supervisando cada movimiento de Bella y Bill. Y finalmente vi a Bella descansar plácidamente en su habitación.
Era todo verdad. Cuando llegara a casa mi prima no se habría enterado de nada. Me parecía mal para ella. Pero, a veces es bueno ocultar la verdad.
Edward me cogió la cara y me miró a los ojos. Ah, sí. Que podía escuchar mis pensamientos. Muchas veces dejaba de lado esa parte y me olvidaba. Me sonrío. Su sonrisa era torcida y muy dulce. Se acercó a mi mejilla, me dio un tímido beso y me susurró algo bajito que no pude oír.
¿Le digo que me lo repita? No, mejor no la cagues. Edward se rió. Claramente me leyó el pensamiento.
- No te lo voy a decir… - me dijo con una mirada que echaba fuego.
- Ven aquí… - le dije mientras le agarraba el mentón hacia mí.
¡Y qué mentón! Ni el de un Dios griego…
Le acerqué mi cara a la suya, inhalé su aroma y el inhaló el mío. Le pasé una pierna por sus rodillas y él me acarició uno de mis muslos con fervor. Se estaba empezando a poner duro. Le miré a los ojos, después a la boca y me mordí el labio inferior. Si hubiera sido Bill tendría los colmillos fuera. Pero este no era Bill… Era Edward, el marido de mi prima.
Seguí mordiéndome el labio, cerrando los ojos y pensando que me iba a arrepentir por hacer esto. Tomé aire. Edward inclinaba la cabeza y tenía los ojos cerrados. Seguí acercándome a él, suspiré dentro él y le di un beso inocente en la punta de la nariz…
- Siempre serás mi primo postizo, Edward – le dije.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Capítulo 8. PRIMERA PARTE

Bill estaba mirando la oscuridad de la noche por la ventana del salón. Salí del baño de mi habitación y Bill no estaba allí, así que bajé. Para esto que iba a saber a continuación, debería ser más fuerte que nunca. Así que comencé a dar un paso hacia delante, toqué el hombro de mi vampiro y dije su nombre.
- Shasha, amor… Tranquila, no te pongas nerviosa – me dijo mientras me reconfortaba en sus brazos.- Vamos a sentarnos, así estarás más calmada.
Fuimos al sofá del salón de mi casa. Parecía mentira, que un vampiro que me conocía solo de algunas semanas, fuera a contarme quién era yo en realidad. Lo más normal habría sido mi familia, mis padres, mi prima Bella o incluso Edward… Él era el que me había metido toda esta incertidumbre.
- Shasha, ¿estás preparada? – Dijo Bill tocándome la rodilla. Así que cerré los ojos, esperando a escuchar la voz de Bill mientras me descubría una verdad terrorífica… Cerré los ojos, fruncí el cejo y cerré los puños… Escuché un aullido ahogado… Ese aullido era mío, provenía de mi garganta. Abrí los ojos y la boca, boquiabierta a lo que veían mis ojos.


Había una bola azul en medio de la nada, en mitad del salón, enfrente de nosotros. Radiaba electricidad y mucho frío. Toqué la mano de Bill, aun apoyada en mi rodilla; pero no, no era él el que soltaba frío…
- Shasha, ¿te encuentras bien? No te asustes y desaparecerá el resplandor… - me dijo Bill muy seguro… ¿Por qué coño tenía tanta seguridad en su voz…? No entiendo nada… y eso me cabrea demasiado…
Sin saber de dónde salió la fuerza que tenía en ese momento, cogí con mis manos un cojín para hundir mi cara en éste, y se destrozó tan solo con el mínimo tacto, con plumas y más plumas volando.
- Bill… - dije temblando,- ¿qué coño ha sido eso? Y no me digas que me tranquilice, porque ni me vas a convencer, ni lo voy a conseguir, cariño – le dije atropelladamente.
- Pues bueno si no conseguiré calmarte ni relajarte… tendré que hipnotizarte… - dijo con su sonrisa torcida particular, enseñándome los colmillos.
- ¡Eh, eh! ¡Para! Ahora no quiero ni cariñitos, no hipnotizaciones, ni sensualidades, ni sexo. ¡Ahora quiero saber mi verdad! Y estoy descubriendo poderes o cosas que tengo, que salen de mi cuerpo y de mis sentimientos y tú eres el único que sabe de esta zona quién soy… Así que tardas en decírmelo, vampirito…
- Vale, vale… Eres una bruja- me descubrió Bill, atropelladamente.


Entonces, me quedé en shock… ¿Una bruja? ¿Cómo que una bruja? ¿De esas con pócimas y escobas? ¿De las que le salen granos en la nariz? ¡Qué horror! A pesar de que mi mente estuviera maquinando a cien por hora, yo seguía en shock. Mi cuerpo no respondía a ningún estímulo, estaba fría como si no corriera sangre por mis venas… Escuchaba la voz de Bill llamándome para que reaccionara, zarandeándome y pasando las manos por mi cara para que le viese. Yo ni mú.
Entonces caí en un profundo sueño, un sueño del que no quería despertarme. Un cansancio me recorrió todo el cuerpo, haciéndome sentir sin ganas de moverme, ni tan siquiera soñar en mi inconsciencia. Solo quería hundir mi cabeza más fuerte en la almohada o, mejor aún, abrir un hueco en la tierra y meterme en lo más profundo. No quería saber nada de nada ni de nadie. No quería ni recordar los sucesos de esa noche ni las palabras tranquilizadoras ni reveladoras de Bill. Así que dejé la mente en blanco… durante muchas y muchas horas…

***
Olí un olor rico a chocolate caliente y sentí frío… Era raro, porque en Baton Rouge, por la época de verano, siempre hace un clima caluroso y pegajoso. Me sentí aprisionada al tener tantas capas de sábanas, edredones y mantas, pero no tenía calor, estaba a gusto. Quería abrir los ojos, pero no podía porque mis párpados llevaban mucho tiempo cerrados. Mi boca estaba pastosa y tenía sed. Aún así la abrí y solté un gemido.




- ¿Shasha? ¿Estás consciente? – Dijo… ¿Edward? ¿Qué hace Edward aquí? Necesito respuestas, pero primero me tranquilizaré. – ¡Ey, Bella! ¡Tu prima se despertó, creo! – Avisó Edward en voz alta. Para que saliera de dudas asentí con la cabeza.
- ¿Bella? Prima… ¡oh, prima! – Exclamó Bella, esperanzada.- Tengo tu mano cogida. Si te encuentras mejor, apriétame la mano, ¿de acuerdo? – Así lo hice.
- Bella, ¿dónde estoy? – Dije lentamente, para que me entendieran.- Tengo sed. Agua – articulé como pude.
- Edward, vete a por agua por favor – se dirigió a su marido. Shasha, tranquila, ¿vale? Desperézate poco a poco, y te contaremos todo.
- ¿Me contaréis? ¿Quiénes?
- Estamos aquí Edward, yo y Bill. Y no, no estamos en tu casa. Ni en Forks tampoco. Ahora shhh, cálmate – me tranquilizó Bella.- Y, cuando estés lista y te encuentres mejor, me avisas para ayudarte a levantar, ¿vale? – Asentí. Me recordé a mí misma que debería ser fuerte y no desmayarme otra vez cuando me recordaran qué había pasado y quién era yo… Aunque de algo me acordaba… Bruja…. Shhh, sé fuerte Shasha, ¡por dios!
Unas horas después, no sé exactamente cuántas, me encontraba apoyada sobre el cabecero de la cama donde yacía. Obviamente no era mi cama, ni ninguna otra conocida. Bella me había ayudado a incorporarme, me había traído un té para calmarme los nervios y me había puesto una sudadera polar, ya que yo llevaba un mini pijama de verano y que aquí la temperatura no era muy agradable. Desde que estaba más o menos consciente, ya con los ojos abiertos, solo habíamos estado en esta habitación Bella y yo. Pero ni habíamos hablado.
- Bella, tengo muchas preguntas – ella asintió,- pero primero quiero saber dónde está Bill.
- No te preocupes por nada Shasha, Bill y Edward están abajo, haciéndonos el almuerzo. Y no estamos ni en América.
- ¿Cómo que no estamos ni en América? ¿Dónde estamos pues? – Entonces me acordé: - ¿Y tu luna miel prima?
- Mi luna miel ha durado 2 semanas, hasta que recibimos las noticias de Bill y yo caí enferma. Así que Edward no lo dudó ni un segundo y le prestó ayuda.
- ¿Estás enferma? – Pregunté, ignorando todo lo demás.
- De eso ya hace una semana. Llevas inconsciente casi una semana y media prima. Y no estoy enferma, estoy embarazada.
- ¿Embarazada? ¿Los vampiros pueden tener hijos? ¿Y con humanos? – Esto cada vez me resultaba más confuso.
- Sí pueden. Pero es muy raro que pase. Pero como yo soy el bicho raro de siempre, pues eso, me ha tocado – me explicó mi prima.- Bueno, ya hablaremos de mi embarazo más extensamente Shasha. Ahora estoy preocupada por ti, ¿cómo te sientes? – Me preguntó retomando el tema.
- Pues bien… No sé, tengo el cuerpo cansado y ni siento frío ni calor. Al despertar tenía los párpados muy cansados, pero supongo que se debe al llevar tanto tiempo dormida.
- No, no estabas durmiendo. Entraste en un modo de inconsciencia, el cual se llama drummy. En la drummy, tu cuerpo, tanto exterior como interior, tanto físico como psíquico, empieza a cambiar, a levitar, a transformarse en lo que eres… - Bella, se calló, dándose cuenta que cometía un error.
- No, no pares de decir lo que estabas diciendo. Sé lo que soy, o al menos lo que me dijo Bill. Una bruja, ¿no es así?
- Sí, una bruja. Mejor dicho, una bruja celta. Este tipo de brujas provienen de siglos y siglos atrás. Poco después de los primeros años de vida en la Tierra. No te asustes Shasha, eres una bruja buena, de magia blanca. Ya lo irás viendo…
- Pero… ¿por qué me he convertido en esto?
- Esto sucede de generación en generación, solo con las mujeres de la familia. Pero no por parte de nuestras madres, sino de tu padre.
- Pero mi padre es hijo único… Es decir, ¿mi abuela era bruja?
- Sí. Así que si te sirve de consuelo, al morir tu abuela, dejó unos escritos y unos libros especialmente para ti. Los tiene tu padre… Así que cuando volvamos a Baton Rouge, le preguntas por ello. Él no sabe nada de la existencia de las brujas, así que ten cuidado.
- Vale… ¿Y dónde estamos?
- Estamos en Krems, un pueblo cerca de Viena, la capital de Austria. Viena es de origen celta. Bill investigó y tus antepasados primeramente se asentaron aquí – me explicó Edward, que traía en una bandeja un desayuno para mí.
- Así que hemos concertado una cita con una mujer llamada Amelia, es una bruja celta con algunos rasgos similares a los tuyos. Vendrá por la tarde, así que tienes tiempo de organizar tu cabeza y tus ideas, ¿vale cariño? – Me dijo Bill desde la puerta.
- Ah, gracias… Gracias por todo – dije algo confundida.- Si no os importa, me gustaría meterme en la ducha y aclararme las ideas debajo de un chorro de agua caliente.
Bill me dio un beso en la mejilla y me ayudó a pisar el suelo. Éste estaba frío, así que me cogió en brazos hasta dejarme en la alfombra del baño contiguo a la habitación. Ya, por mí sola, regulé los grifos hasta dejar el agua casi ardiendo, me quité lo que llevaba puesto, me senté en el suelo de la bañera y me empapé de agua caliente. Cerré los ojos y me relajé profundamente, sentía cada gota de agua como un puñal en mi cuero cabelludo, hombros y espalda, tenía tal cansancio en mí que sentía como si cada gota pesara 100 kilos. Cuando ya sentí que en mi espalda salía sarpullidos de los chorros de agua ardiendo y de su presión, me incorporé con cuidado, pues aún seguía algo mareada, me apoyé en los azulejos y respiré hondo. Instantáneamente, quise continuar, pero no solo continuar con el enjabonado de mi pelo y de mi cuerpo, sino continuar con mi vida, en la cual debía asumir quien era yo. Por tanto, continuar, o tal vez empezar, con la vida que lleva una chica de casi 22 años siendo una bruja celta.



Cuando salí del cuarto de baño, ya no me esperaba nadie en mi habitación, así que me vestí con ropas que me había dejado Bella sobre la cama y bajé las escaleras contiguas al dormitorio. Abajo se encontraba la cocina, el salón y la salida a un jardín. Miré el reloj y aún era de día, miré hacia las ventanas y pude comprobar que había persianas de aluminio, especiales para vampiros como Bill.
- ¡Hola! – Le dije a Bill, mientras me sentaba a su lado en el sofá del salón. Me dio un beso en la comisura de los labios y me dedicó una sonrisa preciosa.
- ¿Cómo estás preciosa?
- Bien… En serio, mucho mejor. Solo tengo una pregunta… ¿Cuándo empezaré a notar los cambios de mi transformación? Ya sabes… ¿Cuándo se me verán arrugas y verrugas feas? – A lo que Bill contestó con una carcajada tremenda. - ¿Qué pasa? ¿He dicho alguna tontería Bill?
- No, no preciosa. Es que te llevas mucho por las películas. No todas las brujas son así: feas y horrendas. Más bien de esas quedan pocas y viven en sitios recónditos del planeta, ese tipo de brujas son malvadas. Pero tú… Tú serás de esas brujas con su belleza y apariencia normal, como una humana. Con tu belleza, tienes el mismo don que los de mi especie, es para llamar la atención de los humanos, para incitarlos a que vengan a ti, para, quien sabe, o seducirlos o sonsacarles información.
- ¿Y me ves algún cambio en mi apariencia física? Porque yo no me veo más bella Bill.
- No, yo no puedo apreciar nada. Primero, porque al tener tú magia blanca, yo también soy bueno y no distingo nada que me llame la atención; y segundo, no soy humano para apreciar ese tipo de cosas. Pero tú sabes que para mí eres muy hermosa amor – dijo Bill, poniéndome una mano en mi muslo y mirándome con ojos ardientes.




- Bill… - me quejé.
- Tranquila Shasha… Aún quedan unas cuantas horas para que venga la visita de la bruja celta… - Entonces me tocó más arriba de mis muslos y solté una descarga eléctrica y Bil se alejó.
- ¿Qué pasa? ¿Tú también los has sentido?
- Sí… ¡Guau! Si dijera que estoy vivo, te diría que casi se me para el corazón o que tengo los pelos de punta, o alguna expresión de esa… - Dijo riéndose.- Tú ya me entiendes.
- No me hace gracia Bill. Sé que lo he hecho yo, sentí toda esa energía salir de mi cuerpo Bill – le dije seria.
- Perdona amor, es que hace tiempo que no sentía una sensación así. ¿Edward? ¿Puedes venir un momento? – Alzó la voz porque Edward estaba con Bella preparando el almuerzo. Edward salió con un delantal de la mano de Bella, quien tenía la cara blanca de harina, los dos riéndose como los dos recién casados que eran.


- ¿Qué pasa Bill? – Dijo riendo Edward, mostrando esos dientes tan blancos y perfectos que relucían y con su sonrisa torcida. Acto seguido, sentí otra descarga eléctrica que tiró a Edward de espaldas arrastrándolo hasta el suelo de mármol de la cocina.
- ¡Oh oh! – pronunciaron mis labios. – Me temo que también lo he hecho yo. Y estoy preocupada.
- ¿Cómo has hecho eso Shasha? Si no has ni tocado a mi marido – dijo Bella interesada.
- No lo sé. Con Bill sentí la misma energía, pero él me estaba tocando… Acercándose a una zona íntima – dije avergonzada.
- A ver, inténtalo conmigo prima. Mírame, tócame o piensa en mí de alguna manera particular – dijo Bella, intentando ayudarme.
Así lo hice. Primero la miré fijamente, después la toqué, por todas partes – suerte que era mi prima-, y por último pensé en ella, en nuestro pasado, en nuestro presente y en ella con Edward. Nada. Después se me ocurrió pensar solo en Edward, como si no estuviera casado con ella, y entonces sucedió. Otro choque de energía golpeó a Edward y esta vez lo sacó de la casa por la ventana. La ventana se hizo añicos y entró el sol con fuerza. Bill estaba distraído leyendo un libro cerca del piano que había en el salón. Corrí con fuerza, una fuerza suprema que nunca hubiera sido capaz que podía correr así y empujé a Bill por las escaleras hacia abajo del sótano. Él me miraba todo sorprendido y bajé con él.


- Pero, ¿qué sucede mi amor?
- Te tienes que quedar aquí hasta que anochezca. He empujado a Edward, no sé cómo, con esa energía extraña que emana de mí, hacia la ventana, la cual se hizo pedazos y entran muchos rayos de sol. Lo siento mucho Bill – le dije rápido y con lágrimas en los ojos.
- No pasa nada mi vida – me reconfortó é, acariciándome el pelo.- Bueno, podrían una tele, unas botellitas de “Sangre Fresca” y unos libros… Así paso la tarde, ¿no crees?
- Pero, ¿has descansado algo?
- Sí, sí ayer dormí día y noche. Ya que Edward no duerme, pues aproveché por si hoy despertabas y lo aprovechaba contigo nena.
- Vale, en seguida te bajo las bebidas y los libros. Y, cuando pueda, Edward una tele, ¿de acuerdo? ¿Estarás bien mientras almorzamos Bella y yo?
- Sí, no te preocupes. Yo como más tarde – dijo dándome un beso en la mejilla, para después posar los labios sobre los míos. Sentí esa energía pero supe manejarla apretando mis puños. No quería hacerle daño al hombre que quería, así que controlé esa energía todo lo que pude. No sirvió de mucho, ya que un poco traspasó al cuerpo de Bill, haciéndole reaccionar separándose de mí y mostrándome una erección.
- Ey, nena. La acabo de sentir – me dijo dulcemente.- Pero mejor no vayamos a usar la energía. Vamos a esperar a que venga la bruja celta después. ¿Vale?
- ¿Qué pensabas? ¿Qué me iba a aprovechar de la situación Bill? – Le dije pícaramente y con una sonrisa un poco sensual. Seguí dándole dulces besos en sus labios y lamiendo sus colmillos hasta que escuché la voz de Bella llamándome.- Bueno, vamos a parar ya –dije ahogadamente,- que seguramente que ya está lista la comida cariño.
Le di un último beso de despedida a mi vampiro y me dirigí escaleras arriba a comer. Bella, junto con Edward, había preparado una ensalada de col, unas empanadas de manzana y, de postre, unos brownies de chocolate. Todo muy americano, sí señor. Vi que era mucha comida para las dos. Bueno, lo que sobre para mí vampiro castigado del sótano – pensé asombrada por toda la comida. En cuanto nos sentamos en la mesa Bella y yo, tocaron el timbre. Bella fue a abrir y saludó con la mano a alguien.
¡Vamos! ¡Qué pintas tengo yo para visitas!
La persona que entró antes que Bella era una mujer mayor, de unos 50 y algo. Era una mujer preciosa, a lo mejor tenía más edad y no los aparentaba. Con pelo blanco, mechado con negro, y un corte champiñón, se dirigió a mí e inclinó la cabeza. Le mostré mi mano para saludarla como era debido. Pero ella me cogió y me la viró, la cual quedaba con la palma hacia arriba. Trazó un par de líneas por la palma, la cual me hacía cosquillas pero no era la energía. Yo la aceptaba a ella, aceptaba su contacto. Después murmuró un “mmmm” e inclinó la cabeza de nuevo. Le toqué el hombro y dije:
- Hola, señora. Soy Shasha Douglas…
- Shasha… - y empezó a hablar en otro idioma.
- Shasha, no te asustes – me previno Edward.- Solo habla en su idioma natal. En celta. No sabe hablar inglés, pero sí alemán. Tranquila, yo haré de traductor.
La señora y él empezaron a hablar en la mesa. Por lo que había cogido de la conversación la mujer se llamaba Amelia, como ya sabía; de resto nada más. Me quedé a la espera, hasta que Bella se fue al sótano a llevarle algo a Bill. Entonces Edward cerró los ojos, se concentró y los abrió de par en par. Me miró fijamente, parecía que tenía más pupila que el resto del ojo y me dijo seriamente:
- Entonces, es verdad. ¡Existen! – Dijo casi chillando. Tenía pánico en los ojos.

**Gracias Cuquita mía por la fotito!!**

lunes, 7 de septiembre de 2009

Capítulo 7

>>Estaba profundamente dormida cuando sentí su mano fría sobre mi espalda. Luego se posó en mi cara y dibujó líneas imaginarias y muy suaves con dedos largos y fríos como el hielo, que con el contraste de mi piel tan caliente, me hacía poner muy mala.
- Perdón primita, ¿te he despertado? – Me dijo una voz aterciopelada.
Primita… ¡Dios mío! ¡Es Edward! ¡En mi cama! ¡Qué suerte…! – Pensé maravillada.
- Mmmm Edward… Si me despiertas con esa voz tan dulce ni amago de enfado tengo.
- Y si ¿te hago esto? – Dijo acercando su boca a mi oreja y chupando el lóbulo, mientras con la otra agitaba fuertemente mi clítoris.
- ¡Aaahhggrr! – Solté. Y, sí, también tuve un orgasmo.
- Así me gusta, buena chica – dijo él limpiándose sus dedos con su boca.
No me podía creer que estuviera con el marido de mi prima… ¿Dónde estaba Bella? ¿Y Bill? No podía estar haciéndoles esto. Aunque Bill no es mi novio aún, y Bella es mi prima, no puedo traicionarla…
- Shasha, ¿estás despierta? - Otra voz me desconcentró de mis propias cavilaciones.
- ¡Shasha!...<<

-¡Shasha querida! – Me despertó Bill. ¡Menos mal! – pensé.
- ¡Ay Bill! – Dije abrazándole.
- He estado aquí desde que tus padres se han quedado dormidos… No he podido volver a Bon Temps sin despedirme como es debido de ti.
- ¿Despedirte? ¿Te vas algún lado cielo? – Le pregunté confusa.
- No, no me voy a ningún lado. Me refería a despedirme de ti en Forks, en nuestro nidito de amor – dijo con una voz profunda y sensual.
- ¡Ah! Eso me gusta más. ¡Ven aquí!
Él se acercó, me colocó mi pierna en su cadera y me tomó la cara con ambas manos.
- No, ¡ven tú aquí preciosa! – Y me plantó un beso profundo mientras nuestras lenguas bailaban una danza amorosa, mientras nuestras manos llegaban a todas partes de nuestro cuerpo, mientras de nuestras gargantas salían profundas respiraciones y gemidos.
- ¿Sabes una cosa? En la boda me daban ganas de alzarte sobre una mesa y hacerte mía Shasha. Estabas muy sexy con ese vestido –dijo Bill mientras me provocaba deseos muy impuros.
- No me digas la palabra sexy dos veces cariño porque… porque… - dije mientras me besaba el cuello y me rozaba con sus colmillos. Si ya los había sacado era porque estaba excitado. ¡Genial! Ya somos dos.
- ¿Porque qué preciosa? – Dijo sobre mi cuello, al cual le estaba dedicando tiempo.
- Porque no podré responder de mis actos Bill… - Dije necesitando aire.
- Mmmm, ¿estás segura Shasha? Porque tus pantaloncitos de pijama no dicen lo mismo.
- ¿Cómo? – Dije incorporándome.
- Pues, aparte de no llevar braguitas, por lo que siento, también estás un poco húmeda cariño – y posó su mano en mi entrepierna.
- ¡Ay Bill! ¿Acaso no sabes lo que me haces sentir? – Mentí. Yo sabía perfectamente que no estaba así sólo por Bill, sino además por el sueño que había tenido con Edward. Sueño que me quería quitar de la mente sí o sí.
De repente me desmayé…
** Edward estaba en el avión junto a mi prima, cerca de la ventanilla. Bella estaba dormida y él leyendo la revista que ofrecía el avión. **




¡Una visión! He tenido una visión o ¿son cosas mías? No pueden ser cosas mías… era muy real…
- ¡Shasha! – Escuché desde mis propios pensamientos a Bill desesperado, intentando reanimarme.
- Estoy bien, estoy bien Bill – dije abriendo los ojos e intentando incorporarme. - ¡Ay! No puedo… Mi cabeza, me da vueltas.
- Tranquila… Estás débil. No sé qué te ha pasado amor – un momento, Bill me ha llamado “amor”,- estabas pensando o qué sé yo sobre por qué estabas tan excitada ahí abajo cuando te desmayaste… No lo entiendo Shasha.
Yo sí que lo entiendo ahora. Según pensé el motivo por el cual estaba excitada -Edward- me desmayé y tuve ese sueño o visión de Edward con mi prima. ¿Sería eso a lo que se refería Edward? Necesitaba descansar y mañana pensar más detenidamente. Necesitaba tener el número de Edward para llamarlo y que me explicara, o sino a su padre. Tendría que averiguar las cosas sin resolver que me había metido mi primo postizo en la cabeza…
- Bill, lo siento mucho. Estoy bastante confundida. No sé lo que me ha pasado. Tendré las defensas bajas o algo por el estilo. Pero necesito dormir, y mucho. Estoy bastante cansada.

- No pasa nada preciosa – dijo dándome un beso en la frente. – Te dejaré descansar.
- Lástima que esté cerca el amanecer y no puedas acurrucarte un poco conmigo…
- Ya lo sé preciosa. Deberé meterme en mi ataúd, que ya noto un poco la claridad.
- Vale.
- Hasta otro día, ¿vale?
Vale – le dije. Cuando ya estuvo dispuesto a irse por mi ventana le dije- Bill, sé que es pronto para sentir cosas, pero yo te… aprecio. Mucho – no sé ni por qué lo dije.
- Yo también siento cosas muy especiales por ti Shasha, aunque no tenga un corazón latiendo por mí. Creo que tú llevas en tu interior ambos corazones.
Entonces me levanté y corrí hacia él. Lo abracé y le besé profundamente. Quizás lo que sienta por Bill sea un gran amor y lo de Edward solo deseo y pasión –aunque fuera en mis sueños-.




***

En la semana siguiente me llamaron para trabajar en un centro comercial como dependienta en una librería para cubrir una baja. Además me encantan los libros. A mí me venía bien, porque mis ahorros no me llegaban para cubrir mis gastos, no me gustaba que mis padres me pagaran todo cerca de cumplir los 22 años.
Había visto a Bill un par de noches al cierre de la tienda y habíamos ido a cenar. Él procuraba que en esos días tuviera hambre para poder compartir las cenas conmigo. Había tenido más visiones del presente de mi prima y Edward, y también de Edward solo. La verdad que aún no entendía el por qué de esto y quería averiguarlo urgentemente. No sabía si contarle mis preocupaciones de mis visiones extrañas a Bill, ya que no estaba enterada de si Bill sabría que Edward tenía el don de leer el pensamiento, de lo cual había surgido el que yo fuera rarita según Edward. A lo mejor podía tratar el tema omitiendo a Edward. Bill era el ser no humano que más cerca tenía y con el que más hablaba, y las cosas que me pasaban no eran muy humanas que digamos.
Una noche, al cierre de la tienda, Bill me vino a buscar, traía compañía. Supe enseguida que era un vampiro, fundamentalmente por la tez tan pálida de este hombre y su gran belleza. Yo pensaba que esa noche iríamos a mi casa a intimar un poco… Mis padres se habían ido, desde hoy, a Seattle unos días a ver a mi abuela, así que aprovecharía un poco. Pero no, Bill traía compañía.
- ¡Hola preciosa! – Me dijo Bill dándome un beso en los labios, orgulloso.
- Hola, cariño. ¿Quién es tu amigo? – Pregunté, empezándome a mosqeuar.
- Es un amigo vampiro, que está de visita por el sur con su shellan.
- ¿Su qué?
- Su shellan es su pareja. Es de otra raza de vampiros. Vampiros que no los convierten, sino que lo llevan en la sangre desde que nacen.
- ¡Ah! Ya sé. En el libro que me dio Bella salía su descripción. Y… ¿no me lo presentas?
- No sé. Es que, él y su familia, no se relacionan con los humanos…
- Para. – le detuve.- Que del asunto humanos tendremos que hablar…
- ¿Cómo? – Dije Bill confuso. ¡Normal Shasha!




- Al final he decidido presentarme yo solito – dijo el vampiro. Era rubio, de un pelo brillante. Muy guapo y de grandes músculos. – Me llamo Rhage. Y esta es mi shellan, Mary. Ella no es vampira. Como tú, pequeña.
¿Pequeña? ¿Qué se cree este? Que por tener más de 100 años me puede llamar pequeña…
- Hola – dije después de aclararme la garganta- Soy Shasha. Y soy la shellan de Bill.
Y los tres empezaron a reír. No entendí nada. Otra cosa más a la cuenta.
- Ay, Shasha. No te preocupes. Pero una persona es la shellan o la hellren de alguien cuando se está enamorado – dijo Bill seguro. No le podía asegurar a Bill que algún día me enamorara de él, pero le tenía mucho cariño. Así que vale, lo acepto. No soy shellan de nadie – me aclaré en el subconsciente.
- Pues disculpadme. Soy la chica que anda siempre con Bill. Nos estamos conociendo… y eso. Sois los dos vampiros, ¿no?
- No, yo soy humana. Pero tengo una especie de maldición, que me conviene, por supuesto. Puedo vivir el tiempo que yo quiera para estar junto a Rhage en la eternidad, todo con el mismo aspecto físico – dijo orgullosa. ¡Qué bonito! Pero en vez de maldición, me parece una bendición.
Seguimos la noche hablando, y nos fuimos a cenar los cuatros juntos. Este vampiro y Mary sí que comían.
Después de la cena Bill me llevó a casa y cuando se vino a despedir de mí con un beso en los labios le dije:
- ¿Tienes algo que hacer Bill?
- ¿Yo? No. ¿Por qué lo preguntas?
- Porque me estás diciendo adiós ya.
- No te entiendo querida. Como todas las noches te digo adiós en el coche… - empezó a decir confuso.
- Shh. Esta noche es diferente, y también unas cuantas por delante. Mis padres no están. Se han ido a Phoenix.
- Ahh… Con eso se me viene a la cabeza un par de ideas Shasha…
Y de repente ya estábamos subiendo las escaleras hacia mi cuarto mientras Bill me había cogido en brazos. Me depositó en la cama con mucho cuidado, como si fuera de cristal y se empezó a desabotonar la camisa. Le negué con la cabeza y seguí haciéndolo yo por él. Él empezó a bajarme los pantalones…




- Ay Shasha, llevo esperando este momento hace casi dos meses…
Yo también nené, y yo también… Me quité la camisa del trabajo como pude y empecé con su cinturón. Le metí la mano debajo de sus bóxers y ahí estaba tan duro como la última vez, en Forks. Lo echaba tanto de menos. Era algo sensacional sentir que alguien esté así por ti. De repente, empezó a besarme con locura y dulzura como antes lo había hecho, sin prisas. Era temprano, ni medianoche, cosa que me gustaba, pues aún quedaban 6 horas de tranquilidad junto a Bill.
- Shasha, ¿qué te pasa? No has dicho ni una sola palabra…
- Nada. Solo disfruto del momento Bill. Me haces sentir tan bien y feliz…
- Y tú a mi tan humano…
Y paré en seco, me senté en el borde la cama. Aún no sabía si era humana o qué. Bill se acercó a mí, confuso. Pero no más de lo que lo estaba yo.
- ¿Qué sucede?- Dijo Bill, mientras apoyaba su mano contra mi muslo, haciéndome sentir más caliente aún.
Tenía que aclarar mis pensamientos, así que le aparté con la mano.
- ¡Ugh! – Exclamé. En vez de apartarlo, lo empujé hacia el cabecero de mi cama. ¿Cómo lo había hecho? ¿Con qué fuerza? No sabía la respuesta de ambas preguntas. Sería eso lo que me pasaba.
- ¿Qué fue eso Shasha? – Dijo Bill con los ojos como platos.
- No sé, Bill. Primero Edward no podía leer mis pensamientos, después solo los leía cuando estaba junto seres no humanos, y luego me soltó que no era humana – dije apresuradamente, sin saber si hacía lo correcto o no, mientras lloraba con lágrimas muy gordas. – No entiendo nada Bill…
- Tranquila amor – dijo mientras me abrazaba, con cuidado de no apartarlo de nuevo, así que me sujetó con firmeza entre sus bíceps. – Averiguaremos qué pasa.




Y así, abrazados, mientras Bill me reconfortaba con sus caricias, nos quedamos cerca de dos horas. De repente, a la vez que pensaba en lo frustrada que me encontraba con mucha furia, miré hacia la calle a través de la ventana. Y ésta, se hizo añicos.


- ¡Mierda! ¿Por qué me está pasando esto? – Dije, echándome a llorar de nuevo. Sabía que había sido mi furia la que había roto la ventana.
- Shasha… No te preocupes, yo te lo pago antes de que vuelvan tus padres.
- No, no es eso Bill. Por la ventana da igual. Es que mi vida me iba maravillosamente bien desde que te conocí, y desde que llegué de Forks me ha pasado esto de hoy y he tenido visiones del presente.
- ¿Visiones? ¿De tu vida o vida ajena?
- No, de la vida de Edward y de Bella. No lo entiendo. Los he visto en su luna miel… Y hoy esto de tener una especie súper fuerza y empujarte y de hacer añicos la ventana mientras estaba furiosa. Ha sido todo de repente.
Bill se quedó pensativo. ¿Lo estaría asustando con mis locuras? Pero ahí se quedó, en la misma posición en la que se quedó mientras pensaba. Le toqué con cuidado, pero no respondió. Me aburría y eran las 3 de la mañana. Cogí y abrí el portátil. Y abrí el correo. Iba a conseguir el correo de Edward para que me aclarara todas mis dudas. Pero tenía un correo electrónico de Alice. Interesante…
*Hola Shasha, ¿qué tal estás? Tengo que hablar contigo urgentemente de lo que te va a pasar o te está pasando. Lo he visto en mis visiones hacia el futuro, ¿te acuerdas de que tenía ese don? Toma mi número de móvil. Llama cuando quieras. No duermo, no lo olvides. Besos, Alice Cullen.
- Tengo un correo de Alice, la hermana de Edward Cullen, Bill - ¡por fin reaccionó! Se posicionó a mi lado y leyó la pantalla del ordenador.
- Llámala ¿a qué esperas? Me imagino qué te sucede, pero no te quiero asustar Shasha. Mejor una fuente fiable que mis propias cavilaciones.
- Pero tengo miedo Bill, tengo miedo a qué me dirá, a descubrir la verdad.
- Pues déjame su número. La llamaré yo, ¿estás de acuerdo? – Dijo, mientras yo afirmaba con la cabeza.
Bill se fue abajo a llamarla, quizás para que no escuchara toda la conversación y no me asustara. Yo me acosté en la cama, esperando su respuesta y quedándome dormida.
Me despertó un susurro, el cual no escuché, y una mano menos cálida que de costumbre, ¡qué raro! Esa mano me rodeaba fuertemente y me acariciaba de vez en cuando. Era Bill, por supuesto, que me estaba reconfortando e intentando no despertarme para que descansara de gran susto que aún llevaba encima. Todavía seguía con mis bragas y mi sujetador. Con todas las cosas que habían pasado no me había vestido, y ni me había acordado qué llevaba puesto.
- ¿Estás mejor, preciosa?
- Más tranquila exteriormente, sí – le dije, sin querer pensar en lo intranquila que me encontraba.
Me di la vuelta y lo abracé fuertemente. Le miré a los ojos y besé sus párpados, siguiendo por sus mejillas, su nariz hasta, finalmente, sus labios. Me besó con suavidad y se entregó a mí, en cuerpo y alma, cosa que no sabía si tenía al completo. Me puse encima de él, a horcajadas y dirigí mis manos al broche de mi sujetador.
- No, mejor no. Quítamelo tú – y así lo hizo.
Hacía años, desde los 16 años que no hacía el amor de verdad con alguien. Había tenido alguna canita al aire con chicos de la facultad, del instituto en Phoenix y de amigos de mis amigas, pero en eso se quedaron en nada. Eran rollitos de primavera, como los llamaba yo cariñosamente. Con algunos repetía y a otros no los volvía a ver en la vida. Antes de Bill, había un chico especial, un repartidor de pizzas que se quedaba toda la noche en mi casa, cuando mis padres estaban en Nueva Orleans por asuntos de trabajo. Este chico me hacía adquirir experiencia sexual, pero de ahí a algo mayor e importante no. Pero me hacían pensar en que hacía muchos años que un tío no me tocaba de verdad, como mi antiguo novio de la adolescencia.
Con Bill, me sentía insegura, ya fuera por su edad o su experiencia, me sentía pequeñita y parecía hasta virgen. Pero cuando rozaba sus manos y sus dedos por mis ingles y suspiraba en mi oreja, me volvía loca. Y parecía la puta de Shasha Douglas.
Así que me deshice de mis bragas tras Bill tocarme la espalda justo cuando me arqueaba hacia él. Sacó sus colmillos a la luz, lo que me ponía muy cachonda. Empezó con mis pezones y volvió a mis labios, mientras yo agarraba firmemente su pene y lo introducía hacía mí. Tras hacerlo, sentí estar entre el sol y la luna a la vez. Estaba ardiendo por dentro, mientras Bill me hacía estar en los polos de la Tierra. Su frialdad y longitud me produjo tal placer que me quedé paralizada encima de él y grité con un suspiro proveniente desde mi misma alma, por lo menos. Gemí, mientras yo empezaba a botar sobre él, gemí mientras agarraba con fuerza mis pechos, gemí mientras me agarraba el culo, gemí mientras empezaba él a tomar el control y me daba duro.


Entonces quedé bajo su pecho y levantó mis piernas hacia sus hombros. Este movimiento fue totalmente divino, hizo que tocara el cielo y me corriera de inmediato, jadeando y gritando. Nada más hacerlo, abrió mis piernas, se agachó y lamió de mí. Me sonrió con picardía mientras yo estaba perdida entre mis propios ojos en blanco.
- Shasha, déjame que te pruebes. Bésame – y le besé. Saboreé de mí misma, notando mi calidez propia y la fría lengua de Bill. Entonces jadeé.
Bill se acostó a mi lado, dándole la espalda, y me cogió uno de mis muslos. Se introdujo dentro de mí y empezó de nuevo la locura, las infinitas sensaciones, el placer, la lujuria y el deseo de besarle. Sin más me besó y quedé debajo de su pecho nuevamente. Comenzó a decir mi nombre repetidas veces hasta que hubo un nombre final…
- ¡Shasha! – Gritó mientras gemía y se corría…
Le acaricié su pelo negro, ese endiablado pelo alborotado por la pasión.
- Te quiero Shasha… - Dijo Bill de repente.
Mis ojos se abrieron como platos. ¿Quererme a mí? ¿Ya? ¿Por qué? ¿Y yo? ¿No le digo nada? Entonces, le besé en los párpados de sus ojos, como a él le gustaba y me dirigí al baño. Me encerré y me senté en el wáter, pensando lo maravilloso que había sido tanto para mí como para él. Nadie me había tratado con tanta delicadeza ni ternura ni con tanto… amor…
- ¿Shasha? – Dijo mi amante mientras golpeaba levemente la puerta del baño. - ¿Estás bien amor? – Otra vez esa palabra…
¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué sentía por Bill? Sin ton ni son derramé algunas lágrimas de felicidad mezcladas con las de confunsión.
- No pasa nada, Bill. Solamente estoy feliz- dije atropelladamente.
- ¿Y por qué lloras? No olvides el oído agudo de tu vampiro.
Mmmm, mi vampiro…
- Por nada Bill, soy un poco tonta. Yo también te…
- Espera – me cortó en seco en medio de mi confesión. ¡Mierda!- Primero tenemos que hablar de algo más importante mi vida.
- De acuerdo – y salí del baño. De una vez por todas, sabría mi verdad. Sabría quién era de verdad Shasha Douglas.
Vamos a afrontarlo nena…