miércoles, 28 de octubre de 2009

Capítulo 9

PVO EDWARD

¿Tu primo postizo? – Pensé de manera inmediata y con los ojos muy abiertos.
Shasha me picó el ojo y salió corriendo calle abajo, mientras reía a carcajadas. No entendía su actitud… Estaba mal y triste por todo lo que había descubierto en unas cuantas horas y, ahora, de repente, estaba eufórica. Tal vez era el hecho de engatusarme tanto y dejarme con la miel en los labios. ¡Qué rabia! Estaba a puntito…
La seguí calle abajo acelerando cada vez más el ritmo, porque no la encontraba… Y no había más calles en este pequeño pueblo. Seguía acelerando, hasta que corrí con la velocidad que me caracteriza… y tampoco la encontré. Así que desistí y volví para la casa.


Cuando entré ya estaba oscureciendo y Bill llamó por mí. No sabía qué hacer, si ir o no ir hasta el sótano, donde estaba él. No sé si me descubriría, no sé si él me leería la mente al igual que yo y sabría toda la verdad. Tal vez Shasha le había contado algo… Aunque no creo que fuera tan tonta para dejarlo correr.
Mientras caminaba dirección al sótano, agudicé el oído y escuché a mi amada esposa. Estaba hablando con alguien y respirando dificultosamente. Agudicé más y vi con quien estaba hablando, con Shasha. Ésta acababa de soltar unas cuantas risitas… A saber qué le está diciendo…
Me encaminé hacia el sótano y me senté en un sofá viejo al lado de Bill.
- ¿Qué tal el día Bill?
- Pues un poco aburrido… Mira, ¿no has arreglado aún el cristal?
- Pues no. Lo siento. Es que Shasha, después lo ocurrido con Bella, desapareció de mi alcance y la estuve buscando… Hasta que llegué a casa, dándome un poco por vencido, y la escuché en la habitación de Bella.
- Oye, ¡qué buen hombre eres! Gracias por preocuparte por mi chica.
- De nada. Para eso soy su primo postizo – me reí al pensar en esas palabras recordando lo que estuvimos a punto de hacer.
- Sí, eso. Solo primos postizos – dijo Shasha. Estaba ahí, frente al umbral de la puerta del sótano. Balanceaba su rubia cabellera de un lado para otro mientras bajaba la escalera y se aproximaba al lado de Bill. – Te echado de menos Bill.


- Pues no veas lo que te he echado yo de menos, nena.
- ¿Estás enfadado? – Preguntó temerosa.
Tranquilo… No le he dicho nada a Bill de lo de antes – pensó Bella. Me quedaba más tranquilo.
- No cariño. No estoy enfadado. No te preocupes – le dijo Bill tranquilizadoramente.- Eso es normal. Eres nueva en todo esto.
- Ya estaba preocupada. No sé que me pasó, en serio – dijo apenada, mientras recordaba toda la situación.- Entonces, ¿me perdonas?
- Claro que sí, ¡bobita! Ven aquí – le dijo Bill, mientras le daba un beso en la frente. Después posó sus labios en sus mejillas, para, a continuación, seguir por sus carnosos y suaves labios… ¡Joder! Como me estoy poniendo… ¡Me largo!


Mmmm, lo siento caballero Edward. Ya estoy cogida. Y por un vampiro más agraciado, seguro
– pensó Shasha.
Salí pitando del sótano. Cabreado. No quería pensar en Shasha. Esa zo… No abuses Edward Cullen, tú no eres un mal hablado – me corregí. Pero es que esta bruja rubia me hacía estar así. Me gustaba, de eso no dudaba. El día de mi boda con Bella, me di cuenta. Era una conexión extraña. Ella es guapa, no lo dudo. Pero me hacía sacar la parte malvada fuera de mí. Parecía grosero, antipático y de muy malas formas. Un chico malo, en conclusión. Sin embargo, Edward Cullen era todo lo contrario a esto. Siempre me ha caracterizado la bondad, el ser amable, la humildad, ser formal. Vamos, un chico perfecto. Por lo cual, Bella se enamoró de mí.
No debería olvidarme de Bella. Ella era lo que yo siempre soñé durante tantas décadas de soledad. Me hacía sentir vivo… Pero Shasha, me hacía sentir vivo y vivir en una nube de locura.
Sin pensarlo dos veces, me dirigí escaleras arriba con mi esposa.
- ¡Edward! – Me gritó Bella.- ¿Dónde has estado?
- Lo siento mi amor – le dije, mientras me acurrucaba a sus brazos y metía mi cara en sus cabellos olorosos a flores. Mmmm, me encanta.
Me eché encima de ella. Suerte que su barriguita de embarazada no había crecido aún, así que no le pesaría mucho mi cuerpo. Le di besos en sus labios, mientras nuestras lenguas se enrollaban la una con la otra, como grandes expertas. Empecé a rozar mi lengua por su cuello, conteniéndome de morderla… Cada vez me incitaba más su sangre…


Sabía que algún día tenía que suceder. Tendría que convertir a mi esposa en vampiro, una acompañante hasta la eternidad de nuestros días, como ya lo hacían mis hermanos y padres. Tenía que hacerlo, porque los Volturis me lo impusieron. Yo quería alargarlo lo más posible, quería que Bella disfrutara de su humanidad todo lo posible, no como me pasó a mí.
Escuchaba a Bella respirar agitadamente, pero no la hacía caso. Seguí llenándola de besos más allá de su cuello. Le quité la camisa con los dientes y seguía besándola cerca de su pecho. La escuché jadear con un tono de susto, pero no levanté mi mirada y seguía concentrado besándola.
- ¿Edward? – Me llamó Bella. Pero yo seguía y seguía. Tenía que alejarme de mi pensamiento la cara de Shasha picándome el ojo y bajando la calle a carcajada limpia. – Edward… ¿qué te pasa? ¿Es el día de transformarme hoy? – Dijo Bella, en su gozo. Pero no, la iba a decepcionar porque hoy solo quería sexo.
Escuché al otro lado del pasillo una carrerilla entrecortada y risitas que provenían de Shasha y Bill. Seguía escuchándolos cerrando la puerta de la habitación de Shasha y un fuerte golpe mientras yo continuaba con la sesión de besos a Bella. El sonoro golpe fue el cabecero de la cama.
- Anda, que mi prima y Bill no pierden el tiempo, ¿eh? – Me dijo Bella riendo.
- Ya veo que no – dije concentrado en los pezones de mi esposa. Porque yo también hoy me desahogaré.

****

PVO SHASHA

Yo no estaba haciendo esto simplemente para darle celos a Edward, no. Sino porque me apetecía estar con Bill. No estaba con él tan a solas desde que estuvimos en mi casa en Baton Rouge y me enteré de mi gran secreto. Pero, a lo mejor, solo un poquito, en el fondo de mis sentimientos, también lo hacía para que Edward nos escuchara y se muriera de envidia… Aunque no lo creo. Al otro lado de la habitación ya se escuchaba movimiento de Edward y Bella… Yo no iba a ser menos.
- ¿Estas preparada para estar a solas conmigo Shasha? – Me preguntó educadamente Bill.- Te pregunto por los de tus escalofríos y electricidad hacia mí…
- Tranquilo – le paré. No quería recordar todas esas maldiciones que ahora anidaban en mí.- Si me tienes que parar, como sea, ¡lo haces! – Le advertí. Bill me miró perplejo.- ¿De acuerdo?
- Sí… Pero no quiero hacerte daño…
- Creo que aquí la que te hará más daño seré yo… Así que más vale que me frenes Bill- él asintió con la cabeza.
En seguida nos recostamos contra el reconfortante colchón de mi cama de Viena y nos miramos el uno al otro. Su mirada me profundizó de una manera que por los poros de mi piel solo salía algo caliente… ¿Hormonas? No, calla. Con Bill era todo tan exquisito y perfecto. Era todo tan sencillo que estaría con él toda una vida…
Siguió mirándome fijamente hasta que posó sus ojos en mis labios. Me impactó con un beso lleno de pasión, lujuria y… ¿amor? Da igual, sigue disfrutando… - me dije a mí misma. En cada beso, yo soltaba un chispa, la cual intentaba controlar no sé ni cómo. Por un momento, abrí un poco los ojos y vi el color de esas chispas… Naranjas y rojas, como el fuego.


- ¡Imposible! – Dije en alto.
- ¿Qué es imposible?
- ¿No has notado las chispas, Bill?
- ¿Qué chispas? – Bill no tenía ni idea.- Sólo te he notado muy caliente y húmeda…
Con esas palabras, ya me olvidé de las chispas. Bill empezó a acariciarme la tripa y yo entrecerré mis dedos en su negro cabello. Siguió con sus largos y húmedos besos, mientras con sus manos seguía una trayectoria vertical hacia mi intimidad. Dejó su palma de la mano descansar ahí, mientras con la otra me agarraba por las nalgas y se apretaba contra mí. Pude comprobar su excitación y le agarré más del pelo, dándole un pequeño jalón. Gimió, pero no era de dolor… Yo gemí a su vez. Entonces, Bill me quitó la camisa de una vez y se quedó mirándome los pechos.
- ¿Qué? – Le dije… Ya que me miraba más tiempo de los normal.
- Son hermosos… Cada día les tengo más cariño – me dijo esplendoroso. En seguida me ruboricé.
Mis manos bajaron a su cinturón y en, cuestión de milésimas de segundos, no había pantalones en el cuerpo de Bill. Bill hizo lo mismo con mis jeans y yo con los botones de su camisa. Cuerpo a cuerpo nos abrazamos y respiramos en el hombro del otro. Una pequeña sonrisa iluminó mi cara y supe que hacía bien. Que este era mi hombre de verdad.
Bill se posicionó encima de mí y yo entrelacé mis piernas a sus caderas. Pude sentirlo en todo su apogeo, pude sentir que Bill era solo para mí. Acarició mi espalda y recogió una gota de sudor, la cual me hizo sentir un escalofrío.
- ¿Te encuentras bien? – Se anticipó Bill. Yo sólo asentí.
No sabía si era el exceso de calor más la excitación del momento o si ese escalofrío provenía de mis adentros. No quería hacerle daño a Bill… pero me tuve que dejar llevar por la situación. Bill era mío y yo quería disfrutar.
Bill me sacó de la cama y me cogió en peso. Se dio cuenta de que quería disfrutar, así que lo hizo. No sé si le hice daño o no, pero le clavé mis uñas en toda su musculosa espalda y grité muy fuerte. Era lo mejor que me sucedía en años. De repente, noté una prisión en mi cuello. No sé qué fue, pero yo seguí disfrutando de mi momento de gloria y cada vez me sentía más mala. Abrí los ojos y vi que Bill estaba hundido en mi cuello…
Primero sentí miedo, abrí los ojos un poco más y me quedé inmóvil… Bill sacó su cabeza de mi cuello y la alzó para mirarme. Me miró con tal lujuria en los ojos, que no importó que su boca estuviera llena de mi sangre… agarré su pelo y empujé su cabeza de nuevo a mi cuello y abrí mis piernas más hacia él. Sufrí un éxtasis nunca vivido… Bill succionaba la sangre de mi cuello mientras me penetraba fuertemente. Yo con una mano le agarraba de su pelo y con la otra clavaba mis uñas a su espalda. Era totalmente pasional. Él me daba amor y pasión y yo le ofrecía mi sangre.


- ¿Estás bien? – Dijo Bill, que ya había parado. – Eres exquisita. No me equivocaba.- Me ruboricé en seguida.
Bill se encaminó hacia la unión de mis piernas y me hizo disfrutar más posible si cabía. Al rato, plantó más besos en mi ombligo y mis pezones, mordisqueando estos poco a poco.
- En serio, eres exquisita. En todas partes – me dijo con una sonrisa que produciría desmayos allí donde fuera.
A continuación, se metió dentro de mí y explotó todo su amor. Yo, inmediatamente, le abracé, no queriéndome separar de él por mucho tiempo.
- Shasha, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
- Te amo Bill – le respondí. No podía negar lo que sentía por Bill. Lo quería para mí, solo para mí.
Bill me miró de una manera especial, la cual me hizo sentirme afortunada por tenerlo a mi lado. Me dio un beso fugaz y me abrazó con ternura. Después se levantó de la cama pero algo se lo impedía. Miró hacia mí e intentó levantarse de nuevo.
- ¿Qué estás haciéndome amor?
- ¿Yo? Nada, Bill – le respondía extrañada.
Cuando por fin se pudo levantar Bill le extendí la mano para tocarle. Pero de esta salió esa maldita electricidad, ese haz de luz blanca que proyectó hacia Bill. Con la otra mano retiré mi brazo hacia otro lugar. La mesilla que se encontraba ahí se desplomó.


- ¡Bill! – Grité desesperada.
- Tranquila Shasha, no me ha pasado nada.
- Sí, pero… Yo solo quería tocarte y agarrarte el brazo. Quería que te quedaras conmigo.
- Ya lo sé. Aquí estoy, contigo – me reconfortó Bill. - No tienes nada por qué temer, has sabido manejar la situación.
¿Manejar la situación? A ver si no te destrozo la próxima vez, amor.

**Perdón no haber actualizado más a menudo... pero una aquí que está muy liada con las clases!!! Espero que os guste aunque sea pekeñíiin!

jueves, 1 de octubre de 2009

Capítulo 8. SEGUNDA PARTE

Edward me sacó al frío jardín de la casa de Viena por el codo. Me hacía daño así que le grité:
- ¿Pero qué te crees que estás haciendo Edward? ¡Me haces daño! – Me quejé.
- Tengo que intentar escucharte… Digo, escuchar tus pensamientos, pero con los pensamientos de esa mujer fluyendo todo el rato no puedo y con mi esposa delante sabes que tampoco – dijo respirando profundamente y cerrando los ojos. Sentí una chispa de concentración de su parte y cerré los ojos también.
Pude sentir del interior del cuerpo de Edward salir un significativo calor. Provenía de la cabeza o de la mente de Edward, no estaba segura, así que me concentré ayudada por el silencio que reunía el jardín. Vi en mi mente muchas palabras, seguidas de otras muchas más, imágenes mías, de la mujer que estaba sentada en la mesa del salón de la casa y muchas más mujeres desconocidas por mí, éstas en una reunión o algo similar. Hasta que de repente vi la palabra aquelarre desde la mente de Edward... Me temblaron las piernas y abrí los ojos. Me estaba tambaleando demasiado, así que me agarré del hombro de Edward. Fuerte como ninguno.


- ¿Estás bien Shasha? – Cerré los ojos, respiré profundamente y asentí con la cabeza. – Entonces, ¿por qué estás mareada? Deja de aferrarte a mí. Yo te sostendré entre mis brazos, no hagas ningún esfuerzo.
Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero tenía que hacerlo, estaba muy mal por momentos, creía que no podía estar de pie por mí sola. No quería pensar en presencia de Edward… Me oiría mis pensamientos y, de esa manera, le revelaría lo que sentía mi cuerpo por él. Ya le estaba empezando a dar nombre. Sí, una atracción fatal.
- Shasha… Todo lo que has visto antes lo he visto yo. Y, no estabas equivocada, provenía de mis pensamientos… La mujer que está ahí dentro me confesó muchas cosas de tus antepasados al leerte la mano. Tu pasado es bueno, como bruja celta que eres. Pero hay una pizca en ti que pueda ser maldad… Según como se mire.
- ¿Según como se mire? No te entiendo.
- Sí… Un antepasado tuyo provenía de un aquelarre que destruía a todo lo malvado para la humanidad. Ese aquelarre mandó a aniquilar a vampiros… No vampiros como Bill o como yo. No. Eran vampiros más conocidos como chupasangres. Violaban y se aprovechaban de las hembras humanas. Dejándolas embarazadas, hasta que el día del parto morían. Un antepasado tuyo se hizo cargo de este tipo de vampiros. Destruyó a todos los que pudo hasta la desaparición de su aquelarre. Por eso cuando Bill o yo te producimos alguna sensación que desconozco, una parte de ti sufre escalofríos y nos ataca. Es como un mecanismo de defensa hacia nosotros. Tienes una pizca de “antivampiros”, se podría decir.
- ¿Soy una especie de cazavampiros?
- No. Sólo serás cazavampiros o bruja destructora de chupasangres, que es como lo llamaban en la antigüedad, si te dejas llevar por tus instintos. Pero entre todos, te ayudaremos, como supo hacer tu abuela – me explicó Edward.
La verdad, no me gustaría alejarme de Bill, estaba muy a gusto con él y le quería. Y, para qué mentir, de Edward tampoco me quería alejar. Mi cabeza estaba hecha un lío, pero poco a poco mi cuerpo lo asimilaba, antes que yo.
- Edward, ¿cuándo seré una bruja total? – Le pregunté mientras almorzábamos en compañía de Amelia, la bruja, y mi prima Bella.
Genial, así que no escucharía lo que pensara.
- Amelia me ha dicho que la transformación en tu familia sucede a los 22 años… ¿Cuándo cumples Shasha?
- En el mes de Agosto… - ¡Fenomenal, me quedará un mes! -Pensé con sarcasmo. - ¿Dolerá mucho?
- No – dijo Edward riendo. – No es la conversión de un vampiro Shasha. Te sentirás de la noche a la mañana más fuerte, levitarás, te teletransportarás, te saldrán… ¿cómo? – Le preguntó Edward a la mujer, ya que él estaba traduciendo lo que le decía ella.- ¡Ah! Es que no lo veía lógico… Te saldrán radiaciones eléctricas de tus manos, y días después usarás tus poderes, siempre que te ayudes de los libros que dejó tu abuela para ti.
- ¿Y veré el futuro como Alice y leeré los pensamientos como tú?
- Lo del futuro no lo sé. Cada bruja tiene un poder especial y eso aún no lo sabremos… Tendremos que esperar. Pero lo de leer los pensamientos ya lo has experimentado un poco… Poder que no es común de las brujas típicas ni de las celtas… Es común de los telépatas – Edward se paró en seco y miró a Bella.- ¿Qué te pasa Bella?
- El bebé, se mueve mucho… - dijo mi prima quejándose. Amelia le cogió la mano y se quedó paralizada. - ¿Qué sucede cariño? ¿Por qué a la señora Amelia se le ha quedado esa cara? Edward… responde.


- Dice que lo que llevas dentro es maligno… Por eso he puesto mala cara, y ella también – dijo Edward, para después atender a la señora de nuevo.- Pero dice que lo resolverás bien con la ayuda de otra mujer, muy hermosa. Que no negarás a tu hijo.
- Nunca negaré a mi hijo… Es fruto de nuestro amor Edward.
- Ya lo sé amor – dijo acariciando la tripita de Bella, aun aparente vacía. – También dice que no nos preocupemos por sus palabras, que no nos va a revelar más ya que quiere que todo sea sorpresa.
- Mejor así. Me borraré sus palabras –dijo Bella sonriendo. Después Edward le dio un beso suave.
Después de almuerzo Edward bajó con la señora al sótano, donde se encontraba Bill. Yo me quedé recogiendo y fregando la loza con Bella.
- Bella, ¿estás mejor?
- Sí, solo mi bebé se movió. Nada de daño.
- Me alegro. Será como mi sobrinito.
- ¡Claro! Mira… ¿y tú cómo estás? Con todo esto de la brujería, tú sola… No sé… Debes de tener un revoltijo de mil ideas en la cabecita primita.
- Pues sí… Un poco. Espero que con el libro de mi abuela entienda todo. Como lo hice más o menos con el tema de los vampiros. Dale gracias a Dios que me llevo bien con la lectura – bromeé.
Sí, me hacían falta las risas en este momento… Momento de confusión.
Al cabo de un rato, subieron del sótano Amelia y Edward. Amelia cogió su bolso de mano y se dirigió junto a Edward a la puerta para a continuación marcharse. Bella y yo nos dirigimos al salón, ella abrazó a su marido:
- Ay cariño, esa mujer era muy rara. Me daba mala espina – y se empezaron a besar.


Mis instintos salieron a la luz y corrió por mis huesos y músculos una especie de electricidad. La electricidad esta vez se vio, era de un color azul e iba dirigida a Edward. Alcé la mano para detenerla. Pero parece que con este movimiento solo hizo que la electricidad se dirigiera hacia mi prima, empujándola como si alguien lo hubiera hecho y golpeándose la cabeza en la puerta…
- ¡Qué he hecho! ¡Oh prima! – Grité.
Mis instintos pudieron conmigo.

***

Después de lo ocurrido salí corriendo de la casa y me recorrí las calles a toda prisa del pueblo en donde nos alojábamos. Sin rumbo. No tenía a dónde ir. Le había hecho daño a mi prima por puros instintos animales o qué sé yo lo que era.


Las calles de Krems eran empedradas y algunas calles eran empinadas. No sé de donde saqué las fuerzas pero recorrí buena parte del pueblo corriendo rápido. Algo sorprendente en mí. Hasta que me topé con la puerta de una iglesia. Y decidí entrar.
Hace unos cuantos años era asidua a la iglesia, a los evangelios y al ir a misa. Después empecé a trabajar y más tarde a estudiar, así que realmente pasé de ir. Entré porque para mí pegar es un pecado y, más aún, pegar a mi prima, sangre de mi sangre, por algo que no tenía ni idea. Avancé unos pocos de bancos y me arrodillé. Aún me acordaba de rezar. ¡Menos mal! – Pensé. Había dejado la puerta enorme de madera de la pequeña parroquia abierta y, de vez en cuando, miraba hacia atrás a ver si me veía alguien. Me daba vergüenza que alguien me viera rezando ya que no era asidua a hacerlo. Una de las veces vi un resplandor que iluminó el pasillo de bancos de madera oscura y me cegó unos instantes. Me froté los ojos.
¿Dios? Imposible, estoy mal… Pero reluce tanto… - pensé confusa.-
¿En serio que no es Dios?
El individuo resplandeciente dios unos pasos y se refugió en las sombras de la pequeña parroquia de Krems. Ya no brillaba. Pero aún no podía ver con claridad de quién se trataba, si era una figura humana o divina, porque mis ojos estaban inundados de lágrimas. El ya no resplandor dio algunos pasos más en dirección mía. Y pude comprobar quién era.
Edward. ¡Cómo no!
- ¿Qué haces aquí? – Me preguntó.
- ¿Que qué hago aquí? Refugiarme de lo que le acabo de hacer a mi prima. Bueno, si aun me sigue queriendo como prima – le dije desesperada.
- No te preocupes Shasha. La he llevado donde Bill. La he tumbado en el sofá y Bill le ha dado de su sangre para que se recuperara. Se le ha ido la cicatriz y ha vuelto a la consciencia. Bill le ha borrado la memoria de lo que sucedió anteriormente.
- ¿Cómo es posible? Entonces, no recuerda nada- dije más calmada. Asumiendo lo sucedido.
- Así es. Ahora quiero que no te preocupes de nada y relájate.
Salimos de la parroquia y anduvimos un poco en busca de sombra. Hacía un día frío pero el sol estaba fuera. Así que Edward brillaba como diamantes debido al sol. Alguna inconveniencia tenía que haber saliendo a la luz del sol – pensé. La verdad que era todo un riego. Llegamos a un pequeño parque que tenía sombras y nos sentamos en un banco de metal.
- ¿En serio que está todo bien Edward?
- Sí… Tranquila. Si no te lo crees puedes indagar en mi mente para verificarlo. Solo cierra los ojos y relájate.
Así lo hice. Cerré los ojos y me relajé. Vi que todo lo que me dijo Edward era verdad. Vi a Bill dándole su vena a Bella para que esta tomara conciencia de la realidad. Vi a Bill hipnotizando a Bella para borrarle la memoria. Vi a Edward supervisando cada movimiento de Bella y Bill. Y finalmente vi a Bella descansar plácidamente en su habitación.
Era todo verdad. Cuando llegara a casa mi prima no se habría enterado de nada. Me parecía mal para ella. Pero, a veces es bueno ocultar la verdad.
Edward me cogió la cara y me miró a los ojos. Ah, sí. Que podía escuchar mis pensamientos. Muchas veces dejaba de lado esa parte y me olvidaba. Me sonrío. Su sonrisa era torcida y muy dulce. Se acercó a mi mejilla, me dio un tímido beso y me susurró algo bajito que no pude oír.
¿Le digo que me lo repita? No, mejor no la cagues. Edward se rió. Claramente me leyó el pensamiento.
- No te lo voy a decir… - me dijo con una mirada que echaba fuego.
- Ven aquí… - le dije mientras le agarraba el mentón hacia mí.
¡Y qué mentón! Ni el de un Dios griego…
Le acerqué mi cara a la suya, inhalé su aroma y el inhaló el mío. Le pasé una pierna por sus rodillas y él me acarició uno de mis muslos con fervor. Se estaba empezando a poner duro. Le miré a los ojos, después a la boca y me mordí el labio inferior. Si hubiera sido Bill tendría los colmillos fuera. Pero este no era Bill… Era Edward, el marido de mi prima.
Seguí mordiéndome el labio, cerrando los ojos y pensando que me iba a arrepentir por hacer esto. Tomé aire. Edward inclinaba la cabeza y tenía los ojos cerrados. Seguí acercándome a él, suspiré dentro él y le di un beso inocente en la punta de la nariz…
- Siempre serás mi primo postizo, Edward – le dije.