lunes, 17 de agosto de 2009

Capítulo 2

Seguí mirando cosas en la misma tienda y por el resto del centro comercial hasta que cerrase, ya que estaba en buena compañía no la iba a desaprovechar.
Bill era encantador, tenía 32 años pero era como si hubiera estado viviendo toda una vida entera. Lo notaba en su actitud, su forma de hablar, sus gestos, su mirada, sus expresiones. Parecía que hubiera vivido en épocas distintas. Y eso me gustaba, la verdad que en las dos horas que llevaba con él paseando habíamos hablado de diversos temas; y nunca lo vi cansado ni aburrido a mi lado, sino al contrario, interesado mucho en nuestras conversaciones. Podría decir, que hasta interesado en mí.
¡Ja! Eso es lo que tú quieres, bonita…- shhh, cállate conciencia dichosa.
- ¡Ay, se me había olvidado para lo que vine al centro! – Me dije en voz alta.
- Si te molesto para hacer tus cosas, tan sólo dímelo Shasha. Que no me importa, en serio – dijo él muy atento y cordial.
- No, para nada me molestas. Es que hablando y paseando contigo se me fue la noción del tiempo y dentro de media hora cierran las puertas del centro. Me distraigo con facilidad – dije poniéndome vergonzosa, y también roja.
- Es que, aunque no me lo crea, mucha gente piensa lo mismo tú.
- ¿El qué piensa? – Dije confusa.
- Que soy una distracción para las mujeres – dijo sensualmente. Entonces se acercó a mí, yo poniéndome cada vez más roja, y me susurró al oído - : aunque tú no te quedas atrás… llevo toda la tarde un poco ido.
Uffff Shasha, respira hondo… pero continúa.
- No digas tonterías Bill, no tengo nada en especial – le dije, muy cerca de su boca. Entonces él me tocó del hombro y me estremecí bruscamente. Él se dio cuenta.
Su piel era fría como el hielo, y estábamos cerca de los 30 º C, a finales de Junio. Esto no era normal. O la que no era normal era yo, claro… llevaba caliente muchísimo tiempo.
- Lo siento, ¿te incomodé? – dijo preocupado. Yo negué con la cabeza.- Es que estoy todo el año frío – me reí, por mi pensamiento de antes,- quiero decir, tengo siempre la piel fría.
- Da igual, yo soy totalmente al contrario, siempre caliente – dije con una risita graciosa.- ¿Qué? ¿Me acompañas a allí? – dije señalando la agencia de viajes. Bill asintió y nos dirigimos.
Cambié mis pasajes de Phoenix para unos con destinos a Seattle y de paso reservé unas habitaciones en una pensión cercana a la casa de Charlie. Bill me preguntó repetidamente las fechas de mi viaje y yo le contestaba otras repetidas veces más. Siempre me habían gustado los chicos más grandes que yo, pero estaba se pasaba de sordo.
Acabé con el tema del viaje, y en mis manos con ropa de una tienda de Outtlet que arrasé, me dirigí hacia el coche. Bill, como todo un caballero, me abrió la puerta del conductor y accedí a mi coche.
- ¿Te llevo a algún lado? – le pregunté.
- No, no hace falta. Vine en mi coche. Además vivo a un par de pueblos un poco lejos de aquí – se explicó.- ¿Nos volveremos a ver Shasha?
Estoy alucinando…Lo acabo de conocer… salir y volver a ver a un desconocido... ¡Qué más da! Nunca corro riesgos en mi vida, siempre debe haber una primera vez.
- Claro Bill, ¿y por qué no?
- Me parece estupendo – dijo emocionado. Entonces vi por primera vez una de sus sonrisas: torcida, labios suaves, perfecta.- Ya te llamaré, ¿vale? Conduce con cuidado.
Entonces, se despidió de mí como me había saludado con un beso en mi mano. Después se acercó a mi cachete y me dio un beso en la mejilla. Yo no iba a ser menos, y se lo devolví, también en el cachete.
- Sí, lo haré. Encantada y ¡hasta la próxima!
Conduje hacia mi casa súper distraída, pensando en Bill todo el camino. Desde que llegué le enseñé los billetes a mi madre y los guardó.
- Cariño, ¿a qué se debe ese brillo en los ojos? ¿Qué estuviste con un chico, no? ¡Por fin, ya era hora!
- ¡Cállate mamá! – Protesté.- Por cierto, ¿no te extraña que haya cambiado los pasajes de Phoenix por Seattle?
- ¡Qué va! Yo lo veía venir… ya sabes que tengo podeeeeres –dijo bromeando, “a lo bruja”.
Subí a mi cuarto y encendí mi ordenador viejo y roñoso. Y ¿qué fue lo que vi? Una correo electrónico de Bill… ¿Cómo había conseguido mi correo? No lo entiendo.
*Hola Shasha. Soy Bill. Te preguntarás ahora mismo cómo tengo tu correo, pero ya lo sabrás en su debido momento. ¿Cómo estás? Uy, debo parecer muy tonto, si hace como una hora que nos vimos.
Bueno decirte que me lo he pasado muy bien a tu lado y que no puedo esperar la próxima vez que nos veamos. Un cordial saludo, Bill*
¿Cordial saludo? Es que claro, no puedo ir por la vida dándome a mí misma esperanzas…
Le contesté al correo diciéndole más o menos lo mismo que me dijo él, que me encantó su compañía, que me gustó mucho conocerle, que me pareció un chico muy agradable y que me encantaría de nuevo repetir otra cita, más personal y discreta, con é. No sé si lo habrá pillado, pero yo se lo dejé caer.




Pasaron las semanas y no obtuve respuestas de él. Pero la suerte fue que ni me enteré del paso del tiempo porque estaba sumida en mis exámenes. Me presenté a finales de junio y de las tres asignaturas aprobé las tres. - Eso es porque no tienes distracciones varoniles Shasha – y ¡qué verdad tan grande! Después de mi periodo de exámenes fui con mi madre al centro a buscar vestidos para la boda de Bella. No fue difícil hallarlo, era el vestido perfecto: a media pierna, holgado, con escote (Bella me había comentado que la boda era en el jardín de la casa de Edward) y de color morado (mi color favorito y que me sentaba de lujo). Mi padre al vérmelo se quedó alucinado y hasta me aplaudió diciéndome que el vestido estaba hecho para mí. Eso me emocionó, ni que fuese yo la protagonista de la boda.

Hicimos las maletas con pocas cosas, sólo íbamos a pasar allí cuatro días, pero como siempre yo llevo más de la cuenta. Cogimos el avión, temido para mis padres y adorado por mí, y llegamos a Seattle en cuatro horas más o menos, tiempo en el que me devoré un libro entero. En la puerta de llegadas estaba mi tía Renée, la madre de Bella, acompañada de otra mujer, bajita, de tez pálida, pelo castaño largo y ojos dorados; una mujer muy guapa.

- ¡Hola chicos! ¡Cuánto os he echado de menos! Shasha, ¡qué grande estás! –como odio esto de los familiares…
- Hola tía Renée, claro que estoy grande… Los 21 años me pesan ya – todos rieron.
- Os voy a presentar, esta es Esme, la madre de Edward y la futura suegra de Bella – dijo mi tía riendo.- Esme estos son mi hermana Alessandra, la llamamos todos Ales, mi cuñado Ryan y mi sobrina y muy amiga de Bella Shasha – dijo orgullosa. Se notaba que nos echaba de menos.
- Encantada. Ales y tú sois idénticas – dijo riendo. – Y tú, Shasha, tienes los mismos ojos que Bella, pero en rubia. Disculpadme por sacar parecidos, pero en cuando conozco a gente siempre saco similitudes – dijo Esme. Me recordaba a alguien en su manera de hablar.
La tía Renée nos llevó es un “cochazo”, un mercedes negro. Nos dijo que era del marido de Esme. Primero fuimos a la casa de Esme y se me quedó la boca agua cuando nos bajamos del lujoso coche. Era una mansión, si podría llamarlo así, en medio del bosque de Forks. Tenía cristaleras por toda la fachada y un porche muy mono con escaleras de maderas. Nos dirigimos dentro de la casa cuando salió corriendo mi prima Bella. Solté las maletas en el porche de madera y corrí hacia ella.
- ¡Bella, prima! – Grité.
- ¡Ay, Shasha! ¡Qué guapa estás, tía! – Dijo mientras me abrazaba. – Te quiero enseñar Forks Shasha, es una pasada lo que ha cambiado desde que veníamos a casa de mi padre cuando éramos pequeñas.
Detrás de Bella había un chico, acercándose a nosotras. Era alto, de pelo castaño, los mismos ojos que Esme, mandíbula marcada al igual que sus pectorales. Un perfecto modelo.




- ¡Edward ven! – Le gritó Bella al chico. Vale déjate de pectorales marcados, que es el futuro marido de tu prima. Cuando Edward se acercó más a nosotras, Bella lo presentó.- Mira Edward, esta es mi querida prima, Shasha, de la que tanto te he hablado.
- Shasha, encantado de conocerte –dijo extendiéndome la mano y haciéndome una inclinación. Que buenos modales.
- Lo mismo digo Edward. ¿Qué, estás nervioso?
- Sí, un poquito. No todos los días de la vida uno se casa, ¿no? Y menos a mi edad – dijo bromeando. ¿A su edad? No parecía que tuviera la misma edad que Bella, parecía mayor.
- Mira Edward, está es mi tía Ales, hermana de mi madre, y mi tío Ryan. ¿A qué son guapos? – Dijo contenta Bella.
- Encantados y bienvenidos a Forks – dije Edward educadamente y extendiéndoles a mis padres la mano.
Entramos en la casa y nos presentaron al resto de los miembros de la familia. Según me había explicado Bella por teléfono hacía unos días, eran hijos adoptados por Esme y su marido, Carlisle, y los hermanos de Edward eran parejas. ¡Cosas de la vida! Los hermanos mayores de Edward eran Rosalie y Emmet, que estaban juntos, y Jasper. Rosalie era guapísima, una rubia, alta y atractiva que parecía sacada de una revista de Top Models; Emmet estaba fuerte, bajo su camisa se marcaban unos pectorales bien marcados y tenía el pelo negro; Jasper también era rubio, con el pelo alborotado y más flaco. Éste último estaba con la hermana pequeña de Edward, se llamaba Alice y era súper simpática y atenta, era bajita y muy inquieta, pelo negro corto y alborotado, un torbellino de chica. Carlisle, el padre de Edward, era alto, no tanto como Edward, rubio y con un buen porte, un padre de muy buen ver. Pero algo me llamó la atención, todos tenían la tez blanca y los ojos dorados.



Estuvimos en la casa de los Cullen una hora y media más o menos y luego Edward nos llevó con Bella a casa de mi tío Charlie. Renée ya se había ido hacía una hora allí. Nos reencontramos con Charlie, a quien no veía desde que tenía 13 años más o menos. Me dijo lo mismo que mi tía, que qué grande estaba, lo típico. Nos tomamos algo aquí una hora para ponernos al día. Después Edward y Bella nos llevaron a la pensión, allí también se quedaba Renée. No estaba lejos de casa de Charlie ni lejos del centro del pueblo, así que podíamos salir andando a curiosear el pueblo. El resto del día me fui con Bella y Edward a pasear por el pueblo y para hablar sobre nosotras.
- ¡Cuéntame Shasha! ¿Has ido por mi casa? ¿Has visto a nuestros amigos? Es que no sé nada de nadie.
- ¡Qué va, Bella! Estoy más perdida que tú, imagínate – le dije riendo.- Es que ni tengo tiempo de relacionarme con la gente de la facultad, tengo algunas amigas con las que me voy de comprar y eso, pero nunca tengo tiempo de fiestas de las hermandades de la facultad.
- ¡Qué guay, fiestas de las facultades! Yo no sé si ir a la universidad – cuando dijo esto Bella, Edward le dio un codazo. ¡Qué extraño!
- Bueno, no pasa nada por no ir a la facultad Bella, puedes sacarte títulos de otra manera y ponerte mientras a trabajar – le dije, mirando fijamente a Edward. Éste lo notó y me apartó la mirada.
- Edward nos vas a por un helados para Shasha y para mí- le dijo Bella a Edward, seguramente para quedarnos a solas.- Bueno ahora cuéntame sobre chicos… ¿Has ligado con alguno últimamente? Es que no sé, te veo un brillo en los ojos particular,
- No, Bella. No digas tonterías –le dije riéndome.- Me pasó algo, pero no es digno para decir que he ligado.
- ¡Pues cuenta! – Me dijo emocionada.
- El otro día cuando fui a cambiar los billetes para Seattle, conocí a un chico, bueno tiene 32 años, pero tú sabes como me gustan a mí. Era moreno, el pelo un pelín largo, de tez blanca, ojos claros, amable, encantador y súper educado. Ese mismo día por la noche me envío un correo electrónico diciéndome que le había encantado conocerme y que le gustaría volver a verme, yo le contesté y jamás obtuve respuesta. Así que por eso te digo que no se le puede llamar ligue –dije riendo.
- Bueno no desesperes, a lo mejor ha estado ocupado o algo, ¿no crees? Bueno y ¿cómo se llama? – dijo Bella, mientras Edward llegaba y nos entregaba a cada una nuestro helado.
- Ah, se me había olvidado, se llama Bill Compton.
Al decir su nombre, los dos se quedaron paralizados y no paraban de mirarse entre ellos para luego dirigir la mirada hacia mí. Entonces Edward me miraba intensamente, profundamente, como intentando entrar dentro de mi mente y fruncía el ceño repetidamente, con esfuerzo.
- Edward, ¿pasa algo? – Dijo Bella.
- Simplemente, no puedo Bella, es igual que tú- dijo Edward.
Igual que Bella, ¿quién yo? No me estaba enterando de nada.

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