martes, 18 de agosto de 2009

Capítulo 4


Sentada en la cama de la pensión donde se alojaba Bill, para asistir a la ceremonia de Edward y Bella, observé como Bill cerraba las persianas de su suite con un sistema de seguridad que jamás había visto antes. Una especie de hilera de persianas de acero se bajaba desde las ventanas con un solo toque de un botón pulsado por Bill y tras haber marcado una serie de dígitos, lo que supuse que era una contraseña.
Cuando Bill terminó se sentó en el sofá de enfrente de la cama grande, en una especie de saloncito.

- ¿No tienes miedo de quedarte toda la mañana durmiendo cerca de un vampiro en la misma habitación? – Me dijo Bill, incrédulo porque estaba allí con él.
- Pues no, no tengo miedo. Confío en ti – le dije pagada de mí misma.- Además, te has equivocado en una cosa – le dije pícara. Dios, como me gusta este “vampiro”, no me creo que me esté pasando esto…
- ¿En qué, preciosa? – Dijo acercándose al borde de la cama, caminando.
- En que no me voy a quedar cerca de un vampiro durmiendo toda la mañana…
- Ah, entonces si quieres irte te acompaño…
- No, bobo – le interrumpí.- Digo, que no me voy a quedar cerca de un vampiro, sino al lado, pegada a un vampiro, toda la mañana, en la misma cama, en este cama. ¿Te importa?
- Claro que no, Shasha mía… - Dijo sensualmente acercándose más a mí y haciendo que me tumbara boca arriba en su cama. – Quiero que sepas algo…
- ¿Estás casado? – Dije decepcionada, apoyando los codos sobre el colchón.
- ¡No! – Dije riéndose.- Para nada… Me voy a sincerar contigo, pero me va a costar mucho.
- ¿Por qué te vas a costar? No te voy a rechazar… - Dije confusa.
- Quiero que sepas que me pones muy malo, sexualmente hablando, y me gustas demasiado, más de lo que me esperaba. Y por esto, te digo que ya me han dicho una vez que no me iban a rechazar y después de abrir mi corazón plenamente, lo hicieron, dejándome por otro de mi especie.
Pobrecito, le han roto el corazón… Pero, ¿con esto quiere decir que me va a abrir el corazón y entregármelo? Qué difícil, nunca he tenido una relación.
- No pasa nada, Bill. Si no quieres hablar de esa relación pasada, no lo hagas. Yo estoy dispuesta a recibir todo el amor que me des, pero debes saber que nunca he tenido pareja ni relaciones… Así que dame tiempo y ten paciencia, que no sé actuar en una relación –le dije sincerándome.
- Tranquila preciosa. Te daré el tiempo que necesites. Por ti lo que haga falta… Mi corazón revivió una vez y ahora se está despertando de nuevo –me dijo vergonzoso.
También veo que se está despertando otro órgano más abajo del corazón…
Entonces se acercó más a mí y caí de nuevo en la cama. Se apoyó al lado mío y me retiró un mechón de pelo de la cara.
- Me encanta tu pelo, y tus mejillas coloradas. Tu piel bronceada y tus senos asomándose del escote de tu camiseta – en cuando dijo la palabra “tu” estaba hecha un tomate. Hacía años que un chico no me tocaba… pero esto no era un chico, era un tío que me gustaba y no me molaba, como por aquel entonces. Además, no era un chico ni un adulto, era un vampiro. - ¿Qué te pasa? Irradias tanto calor que pareces como si tuvieras fiebre.
- No, no tengo fiebre… Suelo estar sana durante muchas temporadas. Lo que pasa es que hace muchos años que nadie del sexo opuesto me toca en ningún lado de mi cuerpo.
- Y qué cuerpo, Shasha… - Me dijo sensualmente.
- ¿Cómo que “y qué cuerpo”? No soy ninguna top-model ni nada por el estilo… - Y me interrumpió con su aliento frío en mi oreja.
Me estremecí, ya que parecía que estaba en medio de los congeladores de un supermercado, con la oreja pegada a ellos. Era la misma sensación. Pero me estremecía no por incomodidad, sino por gusto, el gusto de tenerlo tan cerca. Entonces, agarró mi mandíbula con sus perfectos dedos, eran firmes, sin arrugas de ningún tipo, alargados y también fríos, como aquella vez que me tocó el hombro en Baton Rouge. Y me miró, me penetró con sus ojos claros, azules, penetrantes en los míos.
- ¿Siempre tienes los ojos claros? ¿No te cambian de color?
- Sí, pero algunas veces se me oscurecen cuando tengo mucha sed. Mucha sed de sangre – me explicó, separándose un poco.
- No quédate aquí, no te alejes. No importa lo de la sed. Además, ya no bebes de humanos, ¿o sí?
- No, yo me abstengo de la sangre humana. Quiero tener una vida más humana que vampírica… Pero no sé qué está pasando con tu olor… Es tan… cautivador- me dijo mientras me olía, pegándose su nariz a mi cuello. Yo me ponía cada vez más tensa, a la vez que mis músculos se relajaban más para él.- Mmmm, ¿qué perfume usas? Me encanta, pero no tanto como tu sangre.
- Chloé, perfume francés – dije con voz entrecortada, porque Bill comenzó a besarme delicadamente el cuello.
Entonces me miró nuevamente a los ojos y pasó su dedo índice por mi cara, desde la frente, tocándome los párpados, deslizándose por mi nariz, parándose en mis labios. Entonces abrí la boca casi inconscientemente y su dedo cayó entre mis labios. Le chupé el dedo mientras lo miraba sensualmente y él cerraba los ojos, después le di una pequeña mordidita a su dedo y él me miró:
- ¡Oh, oh! – Dijo, preocupado. ¿Por qué? – pensé.
De repente, de entre su boca salieron unos colmillos terroríficos, perfectamente perfilados. Listos para atacar. Y yo me alejé, aunque a mi cuerpo le gustaban esos colmillos.

- ¡Lo siento! –Me dijo apenado.- Me pasa cada vez que… me excito un poco- dijo vergonzoso.
- No pasa nada Bill – le dije animándolo. – Perdóname a mí por apartarme – dije mientras le agarraba el mentón.
Y, entonces, lo vi. Vi al hombre que sabía que me haría feliz por mucho tiempo. Acerqué su cara a la mía, le miré a sus preciosos ojos azules y apoyé mi frente contra la suya.
- ¡Ay Shasha! Esto no es verdad – dijo suspirando.
- Ya, pero no dejes que me despierte de mi sueño Bill – y le apoyé mis labios contra los suyos.
¡Mierda! ¿Cómo se besaba?- Ya no me acordaba de mi corta experiencia sentimental. Pero no hizo falta acordarme. Bill sacó su lengua y saboreó mis labios, lo que hizo que éstos se abrieran por sí solos. Introdujo su lengua dentro de mi boca y yo hice lo mismo. Exploramos nuestros interiores con mucho ímpetu y nos besamos desenfrenadamente. Era un experto en besos y me hacía sentir que yo también lo era. Era magnífico. Sentí sus manos en mi cara y en mi pelo. Me encantaba su aroma y su saliva humedeciendo mis labios y mi boca. Me daba besos, no sólo en la boca, sino en la comisura de los labios, nariz, párpados, frente, mejillas, mentón… Pero una vez que llegó a uno de los lóbulos de mi oreja y al cuello, gemí tanto que me escuchó.
- ¿Te he hecho daño? – Se preocupó.

- No, nada de daño. Es que me gusta tanto cómo me besas… - Dije entrecortadamente a falta de oxígeno.
Entonces suspiré y seguí pensando que seguía sumida en un sueño. Estaba tan a gusto junto a Bill que parecía que estaba flotando en una nube.
- ¿Qué te hace tanta gracia? – Me preguntó riéndose.- No paras de sonreír.
- Es que… Hace tiempo que no me sentía tan feliz Bill.
Y volvió a comerme a besos. Pero esta vez, sus manos bajaron a mi espalda y hacia mi cadera. Me abrazó con fuerza, pero no me hizo daño porque lo hizo con cariño. Me acariciaba frenéticamente, sin dejar zonas donde tocar. Y yo me sentía cada vez más feliz y más contenta. Cada vez mi sonrisa era más ancha y cuando Bill me cogía la cara y me miraba a los ojos se reía por mi sonrisa de idiota. Siguió acariciándome y yo también le empecé a acariciar, empezando por sus frondosos hombros y pelo sedoso, siguiendo por los músculos de su espalda y haciéndole masajes hasta llegar a la base de su espalda. Sin pensármelo dos veces, levanté mi pierna derecha y apoyé mi muslo contra el suyo; con tal apoyo, mi pie llegaba a su trasero. Entonces, lo sentí. Lo sentí duro contra mi bragueta y nuestras respiraciones fueron a más mientras nos seguíamos besando, a estas alturas, sensualmente. Entonces escuché a Bill, pero no le entendí.
- ¿Qué dijiste?
- Nada, no he hablado cariño. Sólo he gemido un poco – dijo riéndose.
- ¡Ahh! Discúlpame, no estoy acostumbrada a esto- dije mientras me levantaba a camisa y empezaba a culminar de besos la zona de mi ombligo y caderas.
- ¿Y a esto, estás acostumbrada? – Me preguntó, mientras yo le negaba con la cabeza.- ¿Y a esto? – Dijo otra vez, pero en esta ocasión besaba hacia dirección más arriba.
Entonces con un movimiento rápido, cogí y me quité mi camisa, dejando al descubierto mis pechos bajo un sujetador rojo, de encaje transparente.
- Mmmm, me gusta. Y también el color – dijo con una sonrisa torcida que me volvía loca.
Se dirigió a la nueva zona descubierta y me besó alrededor de la prenda. Mordió los bordes con sus colmillos y, finalmente, apartó la tela con ayuda de su lengua… Llegué al cielo cuando comenzó a jugar, con ayuda de su lengua, con mis pezones. Los lamía, los succionaba y los mordía, todo con sumo cuidado. Yo me notaba ya, en mis partes bajas, demasiado húmeda y necesitaba que me tocaran. Bill seguía prestando atención a mis tetas, aparte de darle suaves y húmedos besos, también los manoseaba con dulzura y pellizcaba mis pezones, lo que me hacía gemir más alto todavía. Yo lo paré con mi mano sobre su pecho duro y le quité la camisa de un tirón rápido. Entonces me abrazó de nuevo y me besó. Mientras me besaba, bajó una de sus manos por debajo de mi bragueta y de mi tanga, entonces entró en contacto conmigo. Tenía unos dedos gloriosos, o era que yo ya estaba en la gloria con un solo contacto.

¡Dios era divino! – Pensé. Entonces Bill empezó a frotar sus dedos debajo de mi tanga y sintió mi humedad. Subió su mano y se la puso en su boca. Y probó mi sabor. Yo cerré los ojos vergonzosa. Él levantó mi cara y me miró. Me dio un beso profundo y pude sentir mi sabor.
- No te avergüences Shasha, eres lo mejor que he probado en mi vida –dijo con la sonrisa doblada. Entonces me lancé a él y lo abracé con fuerza.
Introduje mi mano bajo su pantalón. Iba comando, sin ropa interior, y eso me gustó. Lo sentí húmedo rápidamente y duro, duro como una roca y frío a la vez, frío como el hielo. Su sexo era un cubito de hielo, duro y frío, pero tan húmedo como yo. Dirigí mi cara hacia la zona de su paquete, y cuando me dispuse a desabrochar los botones de sus vaqueros… Sonó mi móvil. ¿Qué raro? Lo miré y era el despertador.

- ¿Qué hora es, por cierto? – Me dijo mientras besaba mi espalda y empezó a luchar con el cierre de mi sostén.
- Las 8:30 de la mañana.
- ¿Qué dices? Debería haberme dormido hace dos horas, desde que amaneció.
- Lo siento. Si quieres me marchó… - Bill me cortó.
- No, no. ¿Estás loca? Estoy disfrutando como nunca y me estás enganchando Shasha. Me gustas muchísimo.
- Tú también me gustas Bill y mucho además- le dije mirándole a los ojos.- Entonces… ¿quieres dormir? ¿Tienes sueño?
- No es que tenga sueño, preciosa – me dijo con su sonrisa ladeada. – Es que al no dormir, no recupero fuerzas… Y mis órganos muertos, parecen más muertos aún. Es decir, sangro y estoy más flojo, pareciendo el hombre muerto que soy.
Entonces nos abrazamos, nos tumbamos en la cama y nos acurrucamos. Todavía sentía la dureza de Bill tocando mi trasero, mientras el movía sus caderas involuntariamente – mmm, ¡qué rico! - pensé. Él en seguida se quedó dormido, lo supe porque casi ni respiraba. A mí me costó más, no podía parar de pensar en lo que había pasado hoy. Bill se movió y se levantó un poco mientras buscaba mi mirada.

- Shasha, no te asustes si parezco un poco… muerto, ¿vale?
- No… -Me paré en seco al verle sangre saliéndole de su oreja derecha.- Por cierto, te sale sangre Bill.
- No te preocupes, en cuanto empiece a dormir parará la hemorragia.
Entonces lo besé, me acerqué a su oreja y le limpié la sangre que le corría por su mejilla con la lengua.
- Ya está – le dije mientras él gimió. No sé si fue de placer o no, pero ya estaba completamente dormido.- Buenas… días.
Seguí pensando en el cambio tan brusco de hoy… hasta que me quedé dormida acurrucada hacia Bill, dirigida hacia sus ojos. Los que vería en cuanto despertaría. Me quedé dormida con tan solo una frase: Los cambios que da la vida…

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